A través de la telepatía, fue posible una comunicación entre Ingrid Betancourt y su madre Yolanda Pulecio


Amigos los dejamos con la última publicación del diario digital Primicia.co, que tiene visitas diarias de más 900.000 lectores certificados, nuevamente un agradecimiento a nuestros grandes amigos el director Victor Hugo Lucero y al periodista Juan Romero.






COMUNICACIÓN TELEPÁTICA: INGRID BETANCOURT Y YOLANDA PULECIO

Armando Martí Especial para Primicia
La primera vez que conocí a Ingrid Betancourt fue en el apartamento del diseñador colombiano Carlos Nieto, quien padecía de cáncer en el colon. En ese entonces, yo lo visitaba todas las mañanas, para enseñarle el manejo de la autohipnosis y sugestión positiva para aliviar el terrible dolor que lo afectaba por esa enfermedad, que terminara con su vida el 23 de abril de 1994, a las 11:50 de la mañana.
Precisamente en aquel tiempo, Ingrid Betancourt salió elegida para la Cámara de Representantes, con 15.800 votos; más adelante formó un bloque para denunciar la corrupción política de Colombia, denominado «Los cuatro mosqueteros», el cual conformaba con Guillermo Martínez Guerra, María Paulina Espinosa y Carlos Alonso Lucio. Este último tocaría su corazón con ese extraño magnetismo que posee, la fascinaría y envolvería en su amor por mucho tiempo. Recuerdo claramente la expresión de sus ojos sobre las 5 de la tarde, mirando desde la gran ventana panorámica del apartamento de Carlos Nieto, ubicado en los cerros de la calle 80 en Bogotá: siempre romántica, buscando que su vida fuera llenada de amor.
Ingrid Betancourt y Yolanda Pulecio, se encontraron después de la liberación
Esa misma mirada, junto con su energía, la sentí muchos años después, cuando el periodista y director de «Voces del secuestro», de Caracol Radio, Herbin Hoyos Medina, me presentara a Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, en su residencia al norte de Bogotá, cuánticamente muy cerca del apartamento de Carlos Nieto.
Trece años después me vuelvo a encontrar, esta vez no con la hija sino con la propia mamá de Ingrid Betancourt, quien estaba secuestrada por las FARC. Me di cuenta de que el lazo de amor entre las dos era fuerte y poderoso. «Ellas parecen una sola alma», pensé. Eso fue lo que motivó esa inusual reunión, ideada por el periodista Hoyos Medina para intentar una comunicación telepática a través de la hipnosis entre Ingrid Betancourt y su progenitora, debido a que la opinión pública estaba informada sobre la gravedad del estado de salud de la doctora Betancourt; sus dramáticas y angustiosas cartas habían sido publicadas por la revista Semana bajo la dirección de Alejandro Santos, todos los colombianos esperaban un fatal desenlace.
El éxito de la sesión estaba avalado por una anterior intervención realizada a María Zulema Vélez, esposa del entonces ministro de la Protección, Juan Luis Londoño de la Cuesta, amigo íntimo y personal del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Londoño se había perdido en las cordilleras de Colombia el 6 de febrero del 2003, junto con algunos miembros de su equipo de trabajo. Iban a bordo de la avioneta Piper Aerostar matriculada con la serie HK 3645P, que a las 3:43 p. m. salió del alcance de los radares.
Ante la infructuosa búsqueda de la aeronáutica civil, el Ejército colombiano, con el apoyo de los Estados Unidos, el 10 de febrero a las 12:55 p. m., por pedido de los doctores Fernando Pedroza y Lina Valero, dueños de la famosa clínica La Font de cirugía estética de Bogotá, me dirigí a la casa de María Zulema Vélez, lugar en el cual se realizó esa comunicación no convencional, en donde la pareja logró comunicarse con la ayuda de un trance mental y apoyado por el método de la hipnoterapia. Como resultado de este histórico hecho los restos fueron hallados entre el cerro de San Julián y las quebradas San José y San Juan, en el departamento del Tolima, el 12 de febrero.
El registro de esa crónica fue escrito por Mauricio Silva (hoy periodista sénior de la revista Bocas, de El Tiempo), publicada por la revista Cambio con portada, además de siete páginas interiores (edición No. 576) aprobada por su director, Mauricio Vargas, y el consejo editorial encabezado por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez.
Lo que a continuación les relataré fue registrado por la FM de RCN Radio, y difundida por la agencia internacional Europa Press con el título «La madre de Ingrid Betancourt pudo comunicarse con su hija durante los años de cautiverio, gracias a un vidente».
Primicia publica para ustedes parte del documento inédito, donde se relatan detalles personales, asombrosos y extraordinarios de lo que sucedió en esa sesión definitiva para salvar la vida de la agonizante Ingrid Betancourt, quien posteriormente sería rescatada como resultado de otro misterioso milagro llamado «Operación Jaque», acción proyectada por el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos Calderón, hoy presidente de Colombia. Actualmente, el registro grabado de la intervención reposa en poder del periodista Herbin Hoyos.

El verdadero amor que ayudó a liberar a Ingrid Betancourt

-Ingrid ¡Te ordeno que vivas!  

-¡Para qué mamá, para qué!  

-Para que seas ejemplo de superación del dolor, de mi dolor, del dolor de tus hijitos, de los que te amamos, del dolor de Colombia; para eso y para mucho más quiero que vivas. ¡Soy tu mamá! Te ordeno que vivas, Ingrid. 

-Está bien, está bien lo haré- le contestó ella, con una voz que ya no era confusa, fatigada, ni cansada de sufrir, sino, por el contrario, una voz que renacía llena de nutrientes y esperanza; una voz que obedecía a su progenitora, a quien desde un principio siempre había estado allí con ella y siempre estaría hasta el final. Gracias a esa comunicación Ingrid comenzó a sanar su cuerpo, y sus emociones, superándose momento a momento de una enfermedad que la tenía postrada, al borde de la muerte.

En ese momento Yolanda Pulecio comprendió que ante el amor de una madre por su hija, las estrategias políticas, el carácter dominante e imperioso de su gobernante, incluso el infame terror de cualquier grupo armado disidente eran tan solo una pequeñez.

Las lágrimas que brotaban de sus ojos pudieron llegar a ser de felicidad, comprensión, o quizás de iluminación; pero lo cierto es que ellas mismas estaban sensibilizadas por una misteriosa, aterradora y sorprendente fuerza proveniente de algo más profundo que el inconsciente y la mente misma; tal vez del insondable potencial del amor manifestado en la conexión de las almas.

Al fondo un metrónomo sonaba y marcaba una cadencia lenta, minuto a minuto; la tenue luz, filtrada por unas cortinas de color marrón, producía un ambiente hipnótico, y contrastaba con la energía dinámica que esparcía tranquilidad y sosiego entre los espectadores y participantes de esa comunicación no convencional.

En el apartamento de Yolanda Pulecio sobresalían: el Cristo de los despojos, entregado a ella por una comunidad religiosa para su fe y consuelo; las fotos familiares de pasadas dichas y momentos felices; objetos quietos, mustios, y aquel silencio, profundo, profundo, expectante, casi eterno.

Yo me preguntaba qué estará sintiendo el periodista Herbin Hoyos en este instante al ser partícipe de esta reunión, fruto de su mente creativa y del deseo de ayudar a los demás. Ahora que lo observo con la cabeza gacha, tembloroso, él me comenta al oído:

-Armando, siento que una gran mano aplasta mi cabeza contra el suelo.
Suavemente le contesto:
-Tranquilo, Herbin, es una gran fuerza electromagnética que se está haciendo presente, ellas están contactadas desde el súper consciente.

De pronto, asocio esa misma sensación eléctrica detectada en 1979, cuando en vivo me presenté al lado del mentalista israelí Uri Geller, en un especial de Producciones JES (Julio E. Sánchez Vanegas), y se paralizó el país por más de dos horas, al lograr que millones de televidentes doblaran cucharas, revivieran flores muertas y se curaran de algún problema psicosomático.

Desde ese entonces hasta hoy siempre he sabido que, además del cuerpo físico, existen otros cuerpos como el emocional y el mental, que al estar en armonía producen una conexión con las esferas espirituales. Ellos me impulsaron a este reencuentro esperado por Yolanda Pulecio durante seis años, con tanta constancia, entrega y obstinación para darme cuenta de que se están comunicando nuevamente.

¡Es fantástico, es el poder de la mente y el espíritu en una nueva dimensión desconocida! Poco a poco hago que el cuerpo de la señora Pulecio entre en un estado profundo de relajación, le digo que inhale y exhale lentamente, observando un punto luminoso en la mitad de su frente, que ubique sus globos oculares hacia arriba, abriendo de esta forma una gran ventana hacia su interior, vivificando su fe y con toda la certeza de que Dios va a permitir que las dos se encuentren en un plano metafísico.

-¡Doña Yolanda, no se preocupe; su hija la está viendo y oyendo en este momento!
Pero, Armando, escucho que llaman a mi hija, ella se va a ir! - responde, con voz ansiosa y expectante.

-No, no. Ella siempre ha estado ahí, en su corazón, nunca se ha ido ni se irá. Vuelva a respirar más profundamente, y escuche mi voz, que la llena de seguridad y confianza.  El trance ha hecho su efecto. Voy a contar hasta tres, usted saldrá de su cuerpo, con su energía mental se convertirá en el viento, podrá elevarse hasta el cielo y contemplar toda la selva en donde las FARC tienen a su hija, también verá una luz de color azul; sin dudarlo, alcáncela, es el hilo para encontrar la vibración magnética del cuerpo de Ingrid, sin ningún obstáculo abrazará a su hija al penetrar todo el follaje. Búsquela. Encuéntrela. Transmítale todo su amor, y ¡ordénele que viva!

Como por arte de magia, observo un significativo cambio en el rostro de la madre, y una completa relajación en su cuerpo, acompañada de un profundo suspiro matizado por la paz, que se escucha por la instancia donde todo es asombroso y maravilloso.

– ¡Al fin la encontré! – exclama, con una infinita emoción.

Nuevamente, me murmura Herbin al oído:
¡Huy, hermano! Hoy empiezo a comprender algo, al igual que ellas: sí, yo que he participado como corresponsal en varias guerras, donde he visto y sentido la muerte muy de cerca, las balas silbando por mis oídos, he sido perseguido y han atentado contra mi vida, yo que he recibido el dolor de tantas víctimas del secuestro en Colombia, viajado por muchas partes del mundo para encontrar paz en mi alma, por primera vez en mi vida creo en esta fuerza que me hace sentir hormigueos eléctricos en mi cuerpo, sudor en la frente, acelerando mi ritmo cardiaco, entiendo entonces: es nada más ni nada menos que la presencia de Dios, que había estado dormida en mí.
Yo le contesto:
–Siempre hay una primera vez, Herbin, tranquilízate.
Continúo concentrado en la orientación de la sesión.
Resumiendo el contenido, Ingrid y Yolanda hablaron por más de una hora, en el transcurso de ese tiempo tocaron temas tales como: la vida de sus hijos Melanie y Lorenzo Delloye; su hermana Astrid, residente en ese momento en Israel, del enfermero que la cuidaba, el trato recibido por parte de sus secuestradores, la esperanza de un pronto rescate o negociación para su libertad, sobre los roces del presidente Álvaro Uribe por la presión de la exigencia de su rescate, pero lo más curioso fue cuando Yolanda le preguntó por su esposo Juan Carlos Lecompte. Ella no quiso contestar absolutamente nada al respecto. Pareciera que su corazón estuviera mirando a otro lado. Más  allá de Alonso Lucio y del propio Lecompte, tal vez por primera vez encontró su amor propio sin depender del amor de otro hombre.



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