Por: Armando Martí - @armandomarti1
(Un cuento para recapacitar)
Federico Winner, uno de los acaudalados más grandes del país, miró su reloj Hublot en oro rosa de 26 mil dólares, y a las 3:35 PM deseó no vivir más. Pensó entonces en suicidarse. La depresión que lo acompañaba desde hacía varios meses, se acrecentó por el torrencial aguacero que caía en la ciudad de Bogotá. Pidió el ascensor de su oficina, y le dijo a sus escoltas que no lo acompañaran en esta ocasión, pues debía hacer una diligencia de carácter personal.
Salió de los sótanos del parqueadero del edificio Scorpio en uno de sus carros, un Audi R8 de color negro. En medio del usual caos vehicular, se fue abriendo paso lentamente por las resbaladizas vías en dirección a su apartamento ubicado en los cerros del norte de la ciudad. Uno de sus celulares empezó a sonar. Creyó que los había apagado todos y este tampoco lo quiso contestar.
El clima empeoró y empezó a caer granizo sobre el parabrisas de su automóvil, lo que no le impidió ver que el semáforo había cambiado a rojo, deteniendo por ello su auto. Los golpes de unas afanadas manos, sobre el vidrio lateral izquierdo lo sacaron de su melancolía, y de mala gana oprimió el botón eléctrico de la ventana. Acto que le permitió escuchar a una desesperada anciana de aproximadamente 76 años, con un manto negro que cubría sus blancos cabellos, y quien con voz aguda le imploraba una ayuda económica, a cambio de una botella de vino que sacó de sus ropas empapadas.
- ¡Por favor! - exclamó ella. – Tengo hambre. Necesito de su colaboración, cómpreme esta botella de vino añejo que es muy fino y de buena calidad. No se arrepentirá. Se lo juro. -
- ¿Cuánto quiere por ella? – le contestó Federico mientras tomaba la botella entre sus manos.
- ¡ 20. 000 mil pesos! Eso es todo lo que necesito – Respondió la mujer angustiada.
Llevándose la mano izquierda al bolsillo de su saco, no le importó entregarle un fajo de billetes que sumaban alrededor de 600.000 mil pesos. La mujer asombrada, lo bendijo y dándole las gracias desapareció entre la fría calle. Los pitos impacientes de los vehículos, le recordaron al empresario que el semáforo ya había cambiado.
Lentamente pero sin pausa arrancó y no quiso ni siquiera prestar atención a las noticias radiales. Lo único que le interesaba era dejar de existir, y 40 minutos más tarde llegó a su apartamento. Antes de bajarse del carro, miró la botella detenidamente y se dio cuenta, que la etiqueta del vino estaba en un idioma extranjero que no entendía. Lo que sí estaba claro, era la fecha de fabricación de más de cien años de la misma.
- Este vino debe valer más de 2.000.000 millones de pesos.- Se dijo a sí mismo. – Así no fuera mi intención sigo ganando dinero. Definitivamente nací para ser rico.-
Una vez dentro de su apartamento, Federico se dirigió directamente a su estudio. De la licorera cogió una copa, se sentó en su amplio escritorio de cuero inglés, y puso enfrente la botella de vino. Miró el paisaje urbano gris y oscuro, a través del amplio ventanal exquisitamente diseñado por uno de sus arquitectos estrella, de alguna de sus empresas. Abrió uno de los cajones, donde reposaba una pistola checoslovaca marca CZ calibre 7.65, le quitó el seguro y antes de dispararse en la cabeza, anhelo saborear el último trago de su vida.
Internamente se preguntaba ¿para qué tanta carrera detrás de batallas personales de su ego, fama, dinero, viajes, prestigio y algunas bellas mujeres que pasaron por su vida? Mirando a su alrededor, sentía que las obras de arte, los cientos de libros y las paredes llenas de fotografías al lado de políticos famosos, escultores, actores y gente de poder, iban perdiendo todo sentido existencial instante por instante.
Con ese gran vacío en el alma, destapó la botella lentamente. De pronto percibió que ésta vibraba entre sus manos con una fuerza casi eléctrica, empezando a salir de su interior chispas de diversos colores, que se transformaron en luminosos rayos azules, verdes y plateados. Asustado, lanzó lejos de sí la botella de vino, que al caer al suelo iluminó todo el estudio y de esa luz apareció un genio. Entre otras cosas muy diferente a los demás narrados a nosotros cuando pequeños, en fábulas e historias fantásticas.
Federico atónito, observó a un hombre alto de más de 1.90 m de estatura, de cabello rubio, ojos azules impactantes, vestido elegantemente con camisa blanca y corbata de seda negra, un traje gris impecable como cortado por los mejores sastres europeos, y unos zapatos de charol con punta cuadrada, los cuales levitaban a unos pocos centímetros del piso. La luz se dispersó rápidamente, pero un halo verdoso siguió impregnando la silueta del fabuloso personaje.
- Buenas tardes Federico.- dijo el genio – Ante todo muchas gracias por liberarme de mi encierro en la botella por más de 110 años. Como es el protocolo, este favor te lo debo pagar con tres deseos, los cuales te concederé en el menor tiempo posible, para volver a existir en mi hogar mágico de vidrio, por otros cientos de años. Ese es mi destino y para eso fui creado. -
Federico recuperándose de esta sorpresa, pues casi nada podía asombrarlo, miró hacia el techo y respondió:
- ¿Qué más puedo desear yo si todo lo tengo y he logrado? En este momento no tengo ganas de nada.-
El genio asintió: - Debo concederte el primer deseo, así este sea muy grande o muy pequeño. Recuerda que puedes pedirme cualquier cosa, pues tus deseos son ordenes amo Federico.-
- Ahora que lo pienso genio … – Expresó Federico – Llevo meses sin dormir bien, con una especie de nudo en la boca del estómago y una opresión muy fuerte en el pecho. Además tengo una constante ansiedad, me sudan las axilas y las manos todo el tiempo. Igualmente, me zumban los oídos y las voces en mi cabeza no paran de decirme cosas. Mi deseo es que todos estos malestares desaparezcan inmediatamente.-
- ¡Concedido amo! – exclamó el genio moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, y aplaudiendo tres veces con sus manos.
En seguida sonó el teléfono, y Federico sintió un impulso fuerte de contestar la llamada. Al otro lado de la línea, la voz de un periodista se identificó como el jefe editorial del diario Negocios y Dinero, quien lo abordó directamente con preguntas entorno a unos contratos adjudicados por la administración local a su firma de asesores y constructores. Federico sin pensarlo respondió a estos requerimientos.
Por más de una hora, contó once años de actividades delictivas que usó para acumular su inmensa fortuna, entre ellas la corrupción, el soborno, pago de comisiones, manipulaciones a la prensa, reuniones secretas con poderosos políticos, gobernadores, alcaldes y concejales, alianzas con funcionarios del Estado, falsos testigos, complots y montajes contra sus enemigos, entre otras cosas.
Al terminar la conversación, por primer vez en muchos años, este magnate sintió que su conciencia por fin había descansado, como resultado de su extensa confesión. Cerró los ojos y se quedó dormido en el sofá de tres puestos de su estudio. Fue tan plácido su descanso, que al despertar a la mañana siguiente no se acordó de ningún sueño. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a su elegante e imperturbable genio, quien lo miraba fijamente.
- ¿Cómo se siente en esta mañana amo? – le preguntó el misterioso genio.
- ¡Maravillosamente! – respondió Federico. - No tengo zumbidos en los oídos, ni estoy sudando. Nada me duele o incomoda, al fin pude dormir sin la sensación de ese gran vacío, que como un hueco negro me estaba tragando. Lo más importante es que ya no tengo ideas suicidas y quiero empezar a vivir de otra manera. -
Sin embargo, este entusiasta relato se vio interrumpido por el ruido del citófono. El portero
de turno, le informó que en el lobby del edificio se encontraban docenas de periodistas y camarógrafos preguntando por él. Federico miró las cámaras de seguridad de su circuito cerrado de televisión, y observó la frenética actividad de los corresponsales de los medios de comunicación. Nuevamente se sintió mal y empezó a desesperarse. El genio en forma reposada, le recordó el cumplimiento de su segundo deseo.
Después de reflexionar Federico asintió: - Genio mi segundo deseo es no ser molestado por nadie, y conservar este estado de tranquilidad para poder seguir sereno y plácido. -
Tres palmadas se oyeron y el genio volvió a mover su cabeza: - Deseo concedido amo – repitió con voz firme.
Abruptamente la puerta de su apartamento fue derribada, y numerosos agentes del Cuerpo Técnico de Control de la policía irrumpieron sin aviso. Le notificaron al empresario, una orden de captura en su contra expedida por un juez de la República. Lo esposaron y en varios automóviles blindados de color negro, atravesaron la capital hasta el poderoso búnker de la entidad oficial. En menos de una hora de aquella mañana, Federico se encontraba en un pequeño calabozo de alta seguridad, dentro de las instalaciones del complejo judicial. Por fin estaba solo, sin ruidos y nadie que lo molestara.
En un rincón de la celda se le apareció nuevamente el genio: - Mi querido amo Federico, voy a concederte el último deseo, para poderme retirar a mi botella satisfecho de haberlo podido servir. Dígame por favor ¿cuál es su tercer deseo? -
Casi en forma automática Federico le respondió: – ¡Quiero la libertad! Una libertad real, sin dependencias económicas ni sufrimientos físicos y morales, como los que me han atormentado por tantos años. No quiero volver a sentir la ansiedad, angustia y desesperación, que implicaba esa vida que me llevó a la nada. Me cansé de los espejismos materiales y la lucha por el poder. Ahora quiero un paraíso sencillo, pero lleno de color, amor y seguridad. Ese es mi tercer deseo: paz, solamente paz en mi futuro.-
Sonriendo, el genio lo miró por unos instantes con sus grandes ojos azules. Volvieron a sonar las palmas de sus manos, y con un tono compasivo le dijo: - Amo Federico tu deseo ha sido concedido - Desapareció iluminando toda la celda de un color azul verdoso.
Los encargados de seguridad del búnker, vieron que debajo de la pesada puerta salían
unas extrañas luces y corrieron a abrirla rápidamente. Al hacerlo las mismas habían desaparecido. Anonadados se miraron entre sí, por la profunda y dulce sonrisa con que reposaba el cuerpo sin vida del detenido empresario y contratista Federico Winner, al cual se le concedieron todos sus deseos, y quien ahora habitaba en la dimensión desconocida.
El Fiscal del caso pasó un informe, solicitando una investigación a la oficina de Control Interno de la entidad, con el propósito de saber quien o quienes suministraron la botella de vino, que se encontró en la cabecera de la cama donde reposaba el cadáver del detenido, pues está terminantemente prohibido el ingreso de bebidas alcohólicas a las celdas de máxima seguridad. La botella de vino quedó bajo cadena de custodia para la futura investigación.
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