Confesiones de una ninfómana en recuperación



Por: Armando Martí (Miembro de la SIP)

La distribuidora de cine independiente Cineplex, nuevamente nos invitó a la función privada para periodistas de la película Ninfomanía Volumen II del director danés Lars von Trier, que se estrenará el próximo 25 de abril en las salas de cine del país. En esta segunda parte, Joe (Charlotte Gainsbourg) continua relatando su historia al anciano Seligman (Stellan Skarsgård), la cual adquiere un tinte cruel y un tono doloroso, pues Joe entra de lleno en la adicción sexual, odiándose cada vez más. Esto la llevará a un vertiginoso espiral, que la destruirá no solo a ella sino también a su familia, sin esperanza alguna de redención. Como siempre en los films de Von Trier el final será inesperado. 



En el artículo anterior ``La otra cara de la Ninfomanía`` entrevistamos a la sexóloga Flavia Dos Santos, quien explicó a través de sus profesionales e interesantes conceptos la esencia de esta enfermedad, que se ve reflejada en la protagonista debido a la falta de gratificación por parte de su madre y el exceso de protección por parte de su padre, produciéndole traumas en la formación de su personalidad. La sumatoria de estos acontecimientos, generan en Joe un vacío interior y una ansiedad emocional que solo pueden ser colmadas por medio del sexo.

Conscientes de la importancia de entender el comportamiento patológico de los dependientes sexuales, quisimos realizar una indagación periodística y logré entrevistar a una verdadera ``ninfómana`` colombiana, que asiste a rehabilitación psicoterapéutica y a grupos de apoyo de 12 pasos. Precisamente para conservar su anonimato pidió que fuera llamada Alexa, ella tiene 34 años, es profesional y a simple vista parece una persona normal. A continuación la estremecedora historia de esta mujer. 

Alexa ¿qué eventos influyeron para que usted se convirtiera en una adicta sexual?

Yo nací en una ciudad de clima cálido en Colombia, por lo que mi mamá me bañaba tres veces al día. Desde muy pequeña sentía mucho ``placer`` cuando el agua caía sobre mi cuerpo. Igualmente veía a mis padres bañarse desnudos y jugueteando en la ducha al igual que a mi hermano mayor, pues la desnudez era natural en mi hogar. Dormí con mis papas hasta los siete años, pero cuando me obligaban a quedarme en uno de los cuartos de la casa, sabía que iban hacer el amor porque los observaba y escuchaba. Esto producía en mí emociones confusas, pero sobretodo miedo y excitación.

Desde que tengo memoria, siempre he notado en mis zonas íntimas una especie de ``corriente`` . En ocasiones sin darme cuenta, yo realizaba con mis caderas movimientos circulares, adelante y hacía atrás, mientras estaba sentada en el comedor de mi casa, viendo televisión, leyendo, en otros lugares e inclusive haciendo visita, por lo que mi mamá me regañaba o pellizcaba en el brazo. De igual manera, en el colegio a la hora del recreo montaba en los columpios y en el sube y baja, pues me encantaba la sensación del roce entre mis piernas junto con el viento. Yo tocaba mis genitales y me preguntaba por qué los tenía tan pequeños y con pocos bellos, en comparación con los de mi madre.

Cuando cumplí diez años, mi hermano mayor Henry en ese entonces de 14 años me mostró una revista pornográfica, en donde vi varias parejas haciendo el amor, pero lo que más me impactó fue las fotografías de unos penes grandes y las expresiones de dolor en el rostro de algunas mujeres. Yo me asusté y mi hermano se rió haciéndome sentir ridícula. Llena de rabia lo acusé frente a mis padres y nos castigaron a ambos, lo cual me pareció muy injusto. Sin embargo, nada de eso bastó para que yo olvidara las imágenes de la revista.

¿Pudo superar la impresión que le causaron las imágenes de esa revista pornográfica? 

Esa obsesión nunca se calmó, por el contrario fue aumentando con el paso del tiempo y la curiosidad era superior al miedo de los reproches familiares. Un día le robé a mi hermano la revista que escondía en su cuarto, al mirarla con detenimiento descubrí cómo las mujeres se tocaban su cuerpo y empecé a imitarlas. Esta exploración me llevó a conocer la masturbación que me ayudaba a mitigar el calor en mis partes íntimas. Posteriormente empecé a buscar por Internet películas depravadas, las cuales aumentaban desesperadamente mis deseos carnales. 



¿A qué edad tuvo su primera relación sexual?

Yo no perdí la virginidad con ningún hombre, pues en mi desbordado delirio sexual durante la adolescencia me introducía en mi vagina objetos de diferentes tamaños, como cepillos para el cabello, controles del televisor y hasta frutas. Mi primer contacto sexual con un hombre fue con el tendero de la esquina de mi casa, él tenía aproximadamente 40 años y yo 15. En esa ocasión me llevó a una pequeña bodega en la parte de atrás de la tienda, donde empezamos a tocarnos hasta llegar a tener sexo oral. Esto en vez de repugnarme me complacía demasiado, a pesar de que el hombre era feo, sucio y olía desagradable, no obstante tuvimos sexo durante muchos meses. A partir de ese momento, fui perdiendo los límites y cada vez me acostaba con más hombres.

Alexa ¿alguna vez ha estado enamorada?

Durante mi rehabilitación me di cuenta de que nunca he amado a ningún hombre, en parte porque no fui honesta con ellos respecto a mi enfermedad. Recuerdo haber tenido pretendientes que se asustaban conmigo, pues no eran capaces de saciar mi apetito sexual, y por eso siempre terminábamos abandonándonos mutuamente. Por otra parte, me costaba mucho entablar relaciones serias, pues todas las emociones producidas por una buena película, un paseo, una fiesta de cumpleaños o la alegría de recibir un regalo se transformaban en impulsos sexuales y en fantasías eróticas que quería realizar. El solo hecho de un pequeño roce con la piel de mi pareja, su olor o un simple beso en los labios me estimulaba grandemente. 

¿Cómo se dio cuenta que su enfermedad sexual estaba aumentando?

Cada vez me sentía más sola y deprimida, por eso empecé a comer con ansiedad al igual que a consumir alcohol para calmar mis estados nerviosos. Siempre vivía con la necesidad de llenar vacíos en mi vida, los cuales crecían permanentemente. Varias veces tuve lagunas mentales por culpa del alcohol y en una ocasión me desperté rodeada de al menos diez personas todas desnudas, hablando de la increíble orgía que habían llevado a cabo. Me horroricé al ver mi cuerpo tan usado, maltratado y no saber ni siquiera con quién estuve.




¿Cuál fue el momento en que toco fondo como adicta sexual?

Fue una acumulación de situaciones y sucesos, que degradaron mi autoestima haciéndome sentir ``sucia`` y culpable ante mi familia y amigos. Al mirarme al espejo, sentía una gran vergüenza por haber sexualizado con no menos de 1.000 hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales en tan pocos años. Me daba lo mismo estar con un abogado, arquitecto, portero, obrero o con varias mujeres, lo importante era saciar mis impulsos sexuales. 

Durante este tiempo me contagié de algunas enfermedades de transmisión sexual como la sífilis y el herpes genital. A pesar de planificar con anticonceptivos, en ocasiones olvidaba tomar las pastillas y en consecuencia tuve varios abortos, poniendo en peligro mi integridad personal. En el último procedimiento la hemorragia fue tan abundante que perdí el conocimiento, y la amiga que me acompañó a ese consultorio tuvo que llevarme de urgencias a la clínica. Estando allí, mi papá al enterarse de la situación, llorando me rogó que buscara ayuda. Ambos nos abrazamos y al sentirme perdonada y aceptada por él a pesar de mis bajezas, hizo que renaciera en mí la esperanza de poder sanarme.

Alexa finalmente ¿cómo fue su proceso de rehabilitación?

Por recomendación del médico psiquiatra de la clínica, me puse en manos de un grupo interdisciplinario compuesto por psicólogos y psicoterapeutas que atendieron mi caso. Como complemento al tratamiento, empecé asistir a un grupo de apoyo para adictos sexuales, en donde después de varias reuniones pude aceptar que era una compulsiva sexual. Luego de algunas semanas aprendí que mi vida se había vuelto ingobernable, y que solamente un milagro a través de mi Poder Superior podría devolverme el ``sano juicio``. Es indescriptible la calma que sintió mi cuerpo cuando acepté mi enfermedad. Por primera vez en años, pude sentir un descanso en el alma y algo de paz en la mente. De igual manera, las confrontaciones con los psicoterapeutas me están haciendo entender el por qué y el para qué de mi disfuncional comportamiento.

Estoy comenzando afrontar mi problema y ya no busco distracciones ni relaciones sexuales, y he dejado de culpar a los demás de mis traumas de infancia. Ahora siento que tengo mayores recursos para lidiar con mis desequilibrios emocionales y mis erradas decisiones personales. Vivo sin proyectarme poniendo en práctica los lemas del grupo y los aplico constantemente. Frases como: ``solo por hoy`` ``hazlo con calma`` ``vive y deja vivir`` entre otras, me mantienen a salvo día a día.

Ahora mis impulsos y obsesiones se las entregué a mi Poder Superior y desde hace unos meses he mejorado mis relaciones con los demás sin necesidad de verlos como objetos sexuales. Al darle esta entrevista, me siento optimista de que con mi ejemplo, muchas personas que padecen esta terrible enfermedad tengan una luz en su oscuro camino y puedan romper las cadenas de esta prisión emocional y física, conectándose a una nueva vida básicamente espiritual. 

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