Por: Armando Martí - @armandomarti1
La semana santa significa un tiempo para reflexionar entorno a Jesús, quien es Dios que se hizo hombre por los hombres y a través de su ejemplo de misericordia, comprensión, perdón e infinito amor nos une a todos como hermanos. Èl es el camino, la verdad y la vida, pues su decisión libre fue la de sacrificarse por nosotros siendo lo más importante el no dejarnos nunca solos.
Nuestro salvador está presente en todo momento, cuando lo hemos necesitado, como un buen amigo que acude al llamado del corazón en la medida de la confianza y sinceridad del mismo. De igual forma, en el viaje de la vida, Jesús nos lleva a nuestro destino final, el cual de su mano siempre será bueno. Precisamente, por esas maravillosas “diosidencias“, en la mañana de hoy, jueves santo, encontré un relato anónimo de alguien inspirado seguramente por la tranquilidad y paz, que produce estos días de conexión espiritual para ser compartido con todos ustedes.
El Tren de la Vida
Un día leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren. Una comparación extremadamente interesante, cuando es bien interpretada. Interesante porque nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques, de desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables y de algunas subidas o bajadas tristes.
Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas que nos hacen conocer el viaje hasta el fin: nuestros padres. Lamentablemente, ellos en alguna estación bajan del tren y ya no vuelven a subir. Entonces quedamos huérfanos de su cariño, protección y afecto, pero a pesar de esto, nosotros continuamos viajando.
Durante la larga travesía conocemos otras interesantes personas que suben al tren: nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros amores. Muchos de ellos sólo realizan un corto paseo, otros permanecen siempre a nuestro lado, compartiendo las alegrías y las tristezas.
En el tren también viajan personas que andan de vagón en vagón, ayudando a quien lo necesita. Otros viajan cerca de nosotros y los queremos tanto que cuando bajan nos dejan recuerdos imborrables. Muchos viajan en asientos cercanos a los nuestros pero nos sabemos quiénes son ni nos interesa averiguarlo.
Otros pasajeros, a quienes queremos, prefieren sentarse alejados de nosotros, incluso en otros vagones; a veces nada nos impide que tratemos de acercarnos y sentarnos junto a ellos, pero en otras ocasiones esto es imposible porque los asientos contiguos ya están ocupados por otras personas.
El viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje, el de ida. Tratemos, entonces de viajar de la mejor manera posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando atender lo mejor posible a las necesidades de cada uno de ellos, recordando siempre que, en algún momento del viaje nosotros mismos podemos perder las fuerzas y necesitar que alguien nos entienda y nos ayude. El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cuál estación nos toca descender a nosotros.
Yo pienso y me pregunto a mí mismo, cuando tenga que bajarme del tren ¿sentiré añoranzas? Por supuesto, mi respuesta es sí; porque tener que dejar a mis hijos viajando solos será muy triste, tener que separarme de los amores de mi vida será doloroso. Pero tengo la esperanza de que en algún momento nos volveremos a encontrar en la estación principal y tendré la emoción de verlos llegar con mucha mas experiencia de la que tenían al iniciar el viaje. Entonces seré feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan crecido como buenas personas.
Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando. ¿Quién subirá?, ¿Quién será? Me gustaría que ustedes pensasen que desembarcar del tren no es sólo una representación de la muerte o el término de la historia de un proyecto que dos personas planearon e hicieron realidad, pero que con el paso del tiempo se desmoronó, sino el principio de un nuevo viaje en el que, a diferencia del de esta vida, no habrá mas tristezas ni dolores, ni penas, ni sufrimientos, sino solo paz, tranquilidad y amor, porque entonces compartiremos todo con nuestro Padre Dios.
Agradezco a Dios por darme la oportunidad de estar realizando este viaje junto a ustedes. A lo mejor nuestros asientos no son contiguos, pero es muy probable que vayamos en el mismo vagón…
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