Enigmático: las Moiras tejedoras de nuestro destino, aquí y en el más allá.






Por: Armando Martí 

Cada ser humano está marcado por el destino, aquel ineludible e inevitable poder que guía la vida, una fuerza que nos lleva a experimentar diversos acontecimientos trazando los caminos de la realidad. Así mismo, como parte de nuestra naturaleza y esencia, contamos con dos elementos fundamentales para direccionar los aspectos de la existencia: la voluntad y el libre albedrío, que permiten desde el sentido común y algunos pensamientos sobrios, contar con la capacidad para prevalecer, ser fuertes y salir adelante a pesar de las adversidad del día a día.

Los misterios ocultos en estos hilos poderosos por donde transcurre la vida, han sido un tema de profundización a la largo de la historia de las civilizaciones, por medio de figuras relevantes, secretas y sagradas, para intentar dominar y descifrar el porvenir de las personas y pueblos. De ahí, que en el entretejido y arquetipo de cada sociedad, se dio espacio a los oráculos, rituales mágicos, pitonisas y adivinos, que dependiendo de cada cultura, se utilizaban para vaticinar, predecir o adivinar, con el fin de controlar las fortunas y fatalidades del mundo tangible e intangible en el que transitamos.

En la antigua Grecia, las Moiras eran la personificación del destino, unas divinidades femeninas hijas de Zeus (dios del olimpo) y Temis (diosa de la ley), con la función de regular la vida de cada mortal, desde el nacimiento hasta la muerte. Según la tradición, ellas se aparecían en la cuna de los bebés, de quienes sacaban una hebra para establecer cuál sería su curso vital, tejiendo su pasado, presente y futuro.

Cada Moira tenía una función específica, Cloto (pasado) era la hilandera y se encargaba de extraer un filamento de vida de cada recién nacido, para ponerlo en la rueca e hilar el destino. Aquellos hilos de seda y oro representaban abundancia y riqueza, mientras que los de lana, desdicha y pobreza. Su hermana Láquesis (presente), se encargaba de repartir la suerte, por esta razón siempre llevaba consigo una vara para medir, atar y enrollar el cordón de la vida de cada persona. Por último, estaba Átropos la fatal (futuro), quien vigilaba el trabajo de sus hermanas y hacia girar la rueca de la vida, para cortar tanto lana como seda cuando fuera necesario, por eso cargaba unas tijeras.

Toda acción tiene una reacción. El destino, el karma, el azar, la suerte, las coincidencias o casualidades, hacen parte de una sensibilidad profunda del inconsciente que se encarga de darnos señales o pistas, para ir encontrando el rumbo adecuado. Entre más se niegue o reprima la esencia, más difícil será escuchar en el silencio, al sabio y justo maestro que habita en el interior de cada uno y nos conduce al origen de las circunstancias, nada es bueno o malo, sencillamente cumple una función de aprendizaje.

De esta manera, logramos tener una coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos, transformando el destino en una realidad sencilla, simple y sin contradicciones, pues tenemos la capacidad de aceptar auténticamente la responsabilidad de nuestras vidas.


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