Por: Armando Martí
El Tíbet es una tierra de misterios,
magia y espiritualidad, conocida también como el “ombligo del mundo”, un centro
energético elevado en el cual se cree tuvo origen la humanidad. Situado al
suroeste de la China a más de cuatro mil metros de altura, en medio de las
montañas del Himalaya, surgió una de las cunas del conocimiento sagrado sobre
el alma del hombre, la reencarnación, el dominio de los poderes telepáticos y
la mente consciente, así como también de la meditación, los mantras y mandalas,
junto con monjes lamas, avatares vivientes y prácticas de conexión esencial,
son algunos de los aportes de esta cultura al mundo para lograr la iluminación
cósmica, la evolución y la paz interior.
De ahí que el budismo tibetano tenga
sus raíces en una de las escuelas espirituales de la región conocida como Bön,
una creencia de carácter animista y chamánico, lo más primitivo en relación al
hombre y la naturaleza, que por medio de rituales, ceremonias y símbolos,
dieron un sentido para guiar la mente desde lo mundano hacia dimensiones altas
y profundas, transformando la mera existencia en una experiencia para vivir con
sabiduría y compasión.
Como herencia de esta antigua
tradición, los budistas tibetanos conservaron y desarrollaron aptitudes de
sanación, con el proceso de curación en cuatro pasos, el cual consiste en
lanzar un mo una especie de oráculo (soga atada con varios nudos) para conocer
la causa de la enfermedad y los procedimientos más adecuados a la hora de
tratar los síntomas, después se hace una consulta astrológica para determinar
el momento apropiado de la ceremonia, teniendo en cuenta los elementos chinos:
tierra, agua, fuego, metal y madera; posteriormente, se da inicio a los
rituales para limpiar las influencias desarmónicas y el karma de la persona, por
último, se elabora una medicina natural a base de plantas consagradas, para
estabilizar el cuerpo, las emociones y el espíritu.
Por otra parte, existe un objeto
llamado “tejido de la armonía espacial”, una telaraña de hilos multicolores que
representa los cinco elementos primarios elaborados exclusivamente por los
sacerdotes, con el fin de equilibrar todos las áreas externas y mantener
alejados entes oscuros, antes de poder trabajar y profundizar en los
componentes internos del ser. Además, en el Tíbet se encontró uno de los libros
más antiguos de la humanidad llamado Dzyan, el cual no posee ningún texto por
el contrario está lleno de símbolos místicos, cuyo significado solo pueden
apreciar personas con poderes psíquicos extremadamente altos, designados como
los “elegidos” para apreciar la obra y sus enseñanzas.
Asimismo, uno de los distintivos más
importantes de esta zona son las banderas de oración, un legado de los Bön, que
representan los cinco elementos a través de los colores y se cuelgan en
diferentes partes de los templos y espacios abiertos, para que haya siempre una
consonancia entre el cielo y la tierra, es decir un mecanismo para mantener la
conexión con lo divino. También, cada familia tiene un molino de viento llamado
“el de la felicidad” y las personas lo giran cada vez que se sienten plenos, el
número de vueltas equivale al número de placeres que tendrá en la vida;
mientras que en las ventanas y puertas de las casas, dibujan una raya negra
ancha para protegerla de envidias e infortunios, y en los postes de luz
usualmente se encuentran cráneos de cabras, un símbolo totémico guardián de la
tierra.
Las características amorosas alegres,
al igual que su comportamiento ético y moral, hacen de sus nativos entre los
Bön y los budistas tibetanos, una raza trascendida. La vida me regaló la
invaluable experiencia de conocer a S.S Dalai Lama y compartir con él varias
horas, un intercambio de conocimiento basado en una filosofía profunda que va
siempre en busca del despertar espiritual y la conexión con la creación, este
gran maestro con sus bendiciones me inició en el sendero de la meditación
tibetana, el manejo de las energías y la sintonía con la humanidad, aliviando
en gran parte mis emociones bloqueadas, ayudándome a encontrar un sentido más
espiritual en el desempeñó de mi labor como Logoterapeuta, Coach Essencial de
Vida y sanador.
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