Fotografía: Armando Martí
Por: Armando Martí
No es de extrañar
que la adicción sexual este latente en nuestra sociedad sin importar la clase
social, el género o la profesión. Así lo evidencian casos como los del
productor de Hollywood Harvey Weinstein, quien hacia el llamado “casting couch” a las actrices para que
pudieran salir en sus producciones. De igual manera, algunos actores y
deportistas como Michael Douglas, Dennis Rodman, Tiger Woods y Charlie Sheen
han declarado que tienen problemas con el sexo; incluso en el 2008 se dio a
conocer el aberrante hecho del austriaco Josef Fritzl que secuestró y violó a
su hija durante 24 años.
El ser humano fue
dotado de instintos naturales necesarios para sobrevivir, pero muchas veces,
estos sobrepasan los límites y empiezan a dominar la vida. La sexualidad es
esencial para el bienestar integral de las personas, de ahí que genere gusto,
placer, ternura, satisfacción, intimidad y libertad, aunque algunas veces este
deseo se desborda y se adopta como una salida de escape para aminorar las
sensaciones de estrés, ansiedad, control y vacío interior, produciendo una
explosión de neurotransmisores como noradrenalina, oxitocina, dopamina,
betaendorfinas entre otras, que alteran el comportamiento de las personas
atrapadas en la enfermedad de la adicción sexual.
Por una parte, el
individuo no puede apartar de su mente las recurrentes y casi habituales
fantasías sexuales en forma de pensamientos obsesivos, experimentando una
tensión que solo puede ser aliviada brevemente con el coito y la masturbación a
manera de compulsión, es decir, el sexo se convierte en el auto tratamiento
para el dolor, la culpa y la vergüenza, alterando el cerebro en tres partes
específicas: el estrato ventral, el córtex del cíngulo anterior y la amígdala,
al igual que el rasgo de personalidad conocido como locus de control interno, distorsionando
su propia imagen y mostrando poco dominio de los impulsos.
La incapacidad para
responsabilizarse y manejar su propia vida, convierte al adicto en un camaleón
que se disfraza entre la manipulación, la mentira y el abuso, para sostener
desesperadamente al personaje que se odia a sí mismo; como consecuencia tienen
dificultades en el trabajo, problemas económicos, sentimentales y carecen de
amor propio, pues la preocupación en el área sexual ocupa cantidades enormes de
energía y tiempo.
Esta pérdida de
lucidez y sobriedad, hace que las personas vivan en los extremos en búsqueda de
esa primera sensación que los abstrajo de la realidad, sobrepasando lo
impensable y reemplazando los valores, por actos degenerados, vengativos y
violentos, entre la promiscuidad, el adulterio y las relaciones de dependencia
afectiva dramáticas, hasta el coqueteo, la seducción y lo prohibido, pues el
descontrol de la lujuria termina la estabilidad del auténtico amor.
Según la Asociación
Americana de Psiquiatría estos son algunos síntomas para detectar un trastorno
de hipersexualidad, si durante un período de al menos 6 meses, una persona
experimenta fantasías sexuales recurrentes, deseo sexual y conductas sexuales
asociada con lo siguiente:
1. Tiempo excesivo empleado en las fantasías y deseos,
es decir planificando la realización de las conductas sexuales.
2. Recurrir
con frecuencia a fantasías, deseos y conductas sexuales como respuesta a
estados de ánimo negativos como ansiedad, insatisfacción, depresión,
aburrimiento, irritabilidad o acontecimientos vitales estresantes.
3. Esfuerzos
repetidos pero infructuosos de controlar o reducir estas fantasías, deseos y
conductas.
4.
Conductas sexuales repetidas sin tener en cuenta el riesgo físico o emocional
hacia uno mismo o los demás.
5. La
persona experimenta un notable malestar o interferencia en áreas sociales,
laborales u otras esferas importantes, debido a la frecuencia o intensidad de
las fantasías, deseos y conductas sexuales.
6.
Estas fantasías, deseos y conductas no se deben a efectos de las drogas,
fármacos o a episodios maníacos.
Comentarios