Por: Armando Martí
Recientemente se estrenó en el país la
película “Lo que en verdad importa” (The
Healer) dirigida por el mexicano Paco Arango, cuyo fin es donar el 100% de
la taquilla a los niños de Colombia a través de las fundaciones Pies descalzos,
Ellen Riegner de Casas y Sanar. La cinta narra la historia de un hombre llamado
Alec (Oliver Jackson-Cohen) que tras una crisis económica y ayudado por su tío
Raymond (Jonathan Pryce) descubre repentinamente que tiene el don de curar,
pero que debido a su ignorancia y miedo se niega a asumir. Este es un homenaje
a la labor y legado filantrópico y altruista del actor Paul Newman, quien
transformó la vida de miles de familias que tienen niños con enfermedades
crónicas, con una red de 30 refugios conocida como SeriousFun Childrens
Network.
Después de ver el filme tan
esperanzador y humanista que logra unirnos hacia una noble causa, me preguntaba
la manera en que algunos sectores de la sociedad han cuestionado de forma
tajante a los curanderos y sanadores psíquicos, cuando en el fondo son una
parte esencial de las raíces culturales como herencia ancestral de nuestros
indígenas. Se cree que el curandero, tiene un don divino para aliviar las
dolencias del cuerpo y del alma, es decir Dios puso en la tierra hierbas
medicinales, elementos naturales y seleccionó a ciertas personas para cumplir
con la misión de curar, como los yerbateros, chamanes, parteras y sobanderos,
por medio de oraciones, ceremonias y rituales. Ellos saben, que la recuperación
de las personas depende del deseo, fe y conexión vital con Dios.
Para algunas nuevas corrientes como la
medicina alternativa, la enfermedad es una manifestación por la ruptura entre
la relación del hombre con el cosmos, es decir el vínculo complejo entre la
parte física, emocional y espiritual de cada ser humano, de ahí que los
curanderos piensen que Dios no puso ninguna molestia en la Tierra sin antes
crear un remedio para sanar.
La magia y la ciencia han sido
herramientas utilizadas por el hombre, para darle sentido y significado a los
malestares, siendo la salud un estado de bienestar muy importante para
desarrollar las actividades del día a día y la enfermedad un sentimiento de
anormalidad e inestabilidad, que trastoca el fluido energético, pues el mal se
manifiesta como la enfermedad del alma, una desarmonía del hombre con su
entorno físico y social, sustentada en la base de la física cuántica de que
absolutamente todo esta interconectado.
Los principios básicos del
curanderismo sostienen que el bienestar integral depende de un equilibrio entre
lo frío y lo caliente, apoyados también en la segunda ley de termodinámica que
dice que para el debido funcionamiento de un sistema este debe a su vez estar
desequilibrado. El remedio de la medicina natural se caracteriza por su grado
de calor, es decir para restaurar la armonía, las enfermedades “calientes” son
tratadas con remedios “fríos” y viceversa. Por ejemplo, la hipertensión que es
un padecimiento “caliente”, se produce principalmente por las emociones “frías”
como el mal genio, las rabietas y los sustos.
La ciencia, la filosofía y la
religión, en lugar de ser un instrumento divisor, deberían procurar despertar
el respeto por las diferentes corrientes de pensamiento que nutren la
experiencia de crecimiento. Cada uno de nosotros cuenta con dones excepcionales
que al servicio de los demás, otorgan un sentido a nuestro paso por la Tierra.
El dolor es uno de los grandes igualadores, pues todos en algún momento lo
hemos experimentado, por eso como seres humanos tenemos la responsabilidad de
ayudar a los demás de la mejor manera posible, despertando al curandero que
habita en nuestro interior y restaurar de manera genuina a través de pequeños y
desinteresados actos, la solidaridad y hermandad sin condiciones que nos unen,
al final de eso se trata la vida. Los invito nuevamente a sacar un tiempo para
ver esta película desde la orilla del entusiasmo, la colaboración y la
compasión.
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