Por: Armando Martí
Es difícil abrirnos
a la conciencia pues nuestra mente y comportamientos, han sido programados por
un sistema de creencias basados en el miedo, la culpa y el castigo. Uno de los
objetivos de la sociedad es reprimir cualquier manifestación creativa, para
impedir la autenticidad y la sinceridad con nosotros mismos. Cuando
llegamos a entender que la libertad interior, comienza con el desprendimiento
emocional del amor sobreprotector de la madre y el reconocimiento exigente del
padre, podemos empezar a aliviar aquella sensacion de dolor y vacío, que
durante muchos años nos ha acompañado.
Recordemos que todo
en la vida es mejor con sobriedad y lucidez, pues la madurez espiritual es el
resultado de no seguir responsabilizando a los padres de nuestros
problemas y errores. Al asumir que soy un adulto, dejo de lado el ciclo de
víctima/verdugo, plagado de resentimiento, ira y rencor, donde yace un niño
herido e inmaduro, que lo único que necesita es aceptación, comprensión y afecto.
Al superar paulatinamente esta etapa, empiezo a sentir seguridad y poca
incertidumbre, convirtiéndome en un ser que vive libre de instante en instante,
sin sentir la separación interior con la naturaleza o el resto de la humanidad.
Ya no estoy encerrado en el ego y por el contrario me encuentro abrazado a mi
esencia, de donde proviene una de las más grandes energías del Universo, la del
amor sin condiciones.
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