Fotografía: Armando Martí
Por: Armando Martí
El deseo de predecir, comprender y
explorar el futuro es una capacidad innata del ser humano, pues somos la única
especie en la Tierra que demuestra un vivo interés por el porvenir, cualidad
que nos permite preguntar el cómo, el por qué y el para qué de las cosas,
visualizando, creando, comparando y actualizando imágenes de los futuros
posibles, gracias al desarrollo del neocórtex. Esta fórmula evolutiva, nos ha
permitido sobrevivir y avanzar como especie.
La mayoría de las culturas
milenarias albergaban la creencia desde la cosmología del universo, que todas
las formas de tiempo eran cíclicas según el comportamiento rítmico de la
naturaleza, ya que, el círculo es una figura geométrica sagrada de la totalidad
representada en la existencia humana y los acontecimientos mundanos.
En la antigüedad prever el futuro
se basaba en la exploración del cielo, en la interpretación de sueños, en los
mensajes simbólicos del oráculo de Delfos, la adivinación, el tarot y la profetización,
que utilizaban grandes filósofos como Aristóteles, Platón y Pitágoras, también
destacados reyes y gobernantes como Tutankamón, Ciro, César, Sir Winston
Churchill, Adolf Hitler, Richard Nixon y muchos presidentes actuales, figuras
de poder, artistas y estudiosos del tema, quienes confiaron en psíquicos y
videntes poseedores de maravillosos dones, como los del médico y astrónomo Michel
de Nostradamus, para tomar decisiones militares, políticas y personales.
Sin embargo, en contraste con esta
idea de los ciclos griegos y orientales, la tradición judía, cristiana e
islámica, adoptó la noción de que la creación tenía una visión lineal: un
comienzo fijo y por ende un final, advirtiendo que el futuro se desenvolvía poco
a poco hasta llegar a la inevitabilidad de la muerte y el juicio final. Este concepto
generó mucho temor, debido a que estaba basado en el premio y el castigo de las
acciones, razón por la cual, se optó por transitar en un camino de consuelo,
único y recto, para recuperar el paraíso perdido.
Desde el siglo XX hasta la
actualidad, el conocimiento del tiempo lineal ha sido sustituido por los
avanzados y novedosos descubrimientos científicos y matemáticos de la física
cuántica, la teoría del caos, la teoría de la complejidad y la dimensionalidad
fractal. La revolución de las computadoras y la era de la información,
aceleraron la tendencia de crear tecnología cada vez más sofisticada con
algoritmos precisos, con el fin de procesar e interpretar esta abundante
información, generando patrones predictivos más acertados, como se ve hoy en
día en Silicon Valley y en Wall Street donde existen análisis fundamentales y
técnicos, para “predecir” el comportamiento de los mercados sin generar
asimetrías de datos, basados en modelos estocásticos (hábil en conjeturas). Esa
es la tarea diaria de los analistas en estas áreas.
La predicción es un puente que descansa
en dos grandes pilares: un extremo se apoya en ecuaciones matemáticas sencillas
(exactitud) y el otro sobre las propiedades de la aleatoriedad (azar). De ahí
que los computadores por medio de programas y comandos paso a paso, pueden
arrojar valores sobre el futuro de manera indefinida y llegar a conclusiones
funcionales y concretas, más no creativas. Mientras que el cerebro humano al
cambiar de velocidad, crea atajos geniales e inspirativos, que permiten profundizar
en un problema de forma holística, llegando a soluciones con más perspicacia
desde la intuición y el libre albedrío; característica que no puede lograr ni
la máquina más potente del mundo.
El hombre siempre ha tenido una
triada existencial por resolver: ¿de dónde vengo?, ¿dónde estoy? Y ¿hacia dónde
voy? Por esta razón, hace 8 años desarrollé un software llamado Trascendez/Q
(Trascendencia Quántica) en compañía de un grupo interdisciplinario de
ingenieros, físicos cuánticos, médicos bioenergéticos, psicólogos, meditadores
y consejeros espirituales de altas frecuencias armónicas, para crear una
interfase que potencialice la intuición y permita acceder desde la energía
mental y cuerpo cuántico, a universos multidimensionales y observar el futuro,
alcanzado un estado SuperConsciente, que abre los canales mentales hacia universos
paralelos. En este espacio/tiempo, se puede comunicar con el “yo” cuántico, al
igual que interactuar en el presente/futuro con los otros “yo” de las personas
y realidades del mundo, es decir, los futuros potenciales.
Soy consciente de que ningún
software o individuo es dueño absoluto de la verdad. Siempre habrá aspectos del
futuro que resultarán impredecibles, pues estos son los misteriosos y amorosos
planes de un Poder Superior. Nosotros por medio de la tecnología e
inspiraciones conectadas a una parte espiritual, podemos tener retazos de
información igualmente importante para seguir construyendo la realidad
presente.
Finalmente, quiero sugerirles que
si desean experimentar la búsqueda de caminos de reencuentro y crecimiento
personal, deben disponer de un espacio de silencio y concentrarse en escuchar desde
el equilibrio entre la razón, el corazón y la intuición, la beneficiosa voz proveniente
del Maestro Interno de cada uno, con el propósito de conocer serenamente qué
decisión tomar, qué cambios hacer y qué caminos escoger en la vida.
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