Fotografía Armando Martí
Por: Armando Martí
Hace más de una década, deambula por las calles del Barrio Polo Club en Bogotá, una persona en estado de vulneración adictiva y que hoy es habitante de calle. Muchas veces le he colaborado en suministrarle alimentos, ropas y algunos enseres de aseo. Los vecinos lo conocen con el sobrenombre de “Buenas”, pues así es como de una manera “decente” pide las limosnas cotidianas. En alguna ocasión, sostuvimos un diálogo someramente sobrio pero muy sincero entre él y yo, me contó que perteneció a una familia pudiente de la ciudad de Medellín, por lo que desde muy pequeño siempre contó con lujos, comodidades, servicios médicos y excelentes colegios para su educación.
Sin embargo, él sentía “un vacío emocional”: nada lo llenaba ni los regalos más despampanantes que recibía en navidad. Según su relato, “todos los problemas” desaparecieron como por arte de magia el día que a sus 15 años, probó en apariencia una inofensiva cerveza y desde ese entonces comenzó un camino de destrucción y deterioro físico, emocional y mental llamado alcoholismo. Los familiares de Ernesto N.N, le pagaron muchos tratamientos con psicólogos, psiquiatras y centros de rehabilitación de 12 pasos, incluso llegó a estar interno hasta 5 meses en varias de estas instituciones.
Esta vertiginosa caída hacia la degradación humana se agravó con el consumo de marihuana, cocaína, bazuco, psicotrópicos y alteradores del estado de ánimo y de la consciencia como el éxtasis, las benzodiacepinas y el LSD (dietilamina de ácido lisérgico). En el trascurso de 6 años, Ernesto N.N, empezó a presentar conductas antisociales como altercados en público, riñas, peleas, actos delincuenciales, agresividad hacia sus parejas y familiares, lo que conllevó a que su familia tomara la decisión aconsejada por un terapeuta de “soltarlo”, con el fin de que al tocar fondo desde su propia voluntad buscara ayuda, cosa que hasta el presente, no sucedió. Por el contrario, al parecer se adaptó a vivir entre los caños de aguas negras que pasan por toda la Autopista Norte entre las calles 89 a 85.
En alguna ocasión, “Buenas” me invitó (no sé si era un desafío) a conocer la forma en que él y varios de sus compañeros de infortunio, vivían. Yo acepté y luego de 2 días en donde pidió permiso a su grupo de habitantes de calle, pude acceder al interior de uno de estos caños de aguas negras. No me fue permitido tomar fotografías pero lo que vi, no se me podrá olvidar en toda mi vida.
Yo llevaba unas botas pantaneras, guantes y tapabocas. El nauseabundo olor no sólo invadió mis pulmones, sino también impregnó toda mi piel hasta mis huesos. Este lugar oscuro alumbrado por velas y lámparas de gasolina, tenía una “despensa” en común, en donde se almacenaban los diferentes residuos de comida y sobras encontradas en la basura. Una especie de mezcolanza de todas estas sobras seleccionadas según sus sabores (salado, dulce, picante, etc.), en varias ollas y de allí proveían su alimento.
En compañía y a través de sus fieles perros callejeros, obtenían alguna clase de abrigo y calor que mitigaba la intensa humedad y frío del interior de estos caños. Las ratas, algunas del tamaño de un conejo, parecían familiarizadas con ellos, mientras que a mí, algunas intentaron morderme. Este miedo y asco que sentía parecía divertirlos, en realidad fue una de las horas más largas de mi vida. Escuché un par de historias dolorosamente tristes, y decidí repartirles a estas 5 personas 50,000 pesos en billetes de 2,000 me despedí con una sensación de enfermedad en el alma.
Tiempo después, le contaba esta experiencia al consejero y terapeuta espiritual Rafael Lemoine, miembro de la comunidad terapéutica y uno de los “veteranos de combate”, que experimentaron en carne propia la enfermedad del alcoholismo de ellos y de otros, y que como adicto en rehabilitación, había empleado miles de horas acompañando, guiando y escuchando a los afectados por esta terrible enfermedad.
También compartía sus valiosas experiencias personales, con aquellos “padrinos y madrinas” de primera línea, hombres y mujeres que como alcohólicos y adictos recuperados, pudieron aceptar con sinceridad y sin culpa todos los daños que generaron a sus seres más queridos, parejas, compañeros de trabajo y a la sociedad en general. Por esta razón, su sentido de vida se había convertido en el servicio hacia la concientización de la enfermedad a las familias y afectados por el alcoholismo y las adicciones (https://www.youtube.com/watch?v=ojjgYiVeQfE&feature=youtu.be)
Reflexivo me comentó que el problema del alcohol y las adicciones se basa en un Ego enfermo y algunas veces en la precedencia de una cadena disfuncional familiar, cuyo origen ha sido la inflexibilidad, la represión y los impulsos descontrolados hacia la obtención del poder, reconocimiento y adquisición de bienes materiales. Todos los alcohólicos del mundo pertenecen a una misma “familia”, pues sus comportamientos son muy parecidos y así como “Buenas”, terminó viviendo dentro de un caño de aguas negras, también pueden llegar a ser grandes presidentes y dueños de compañías de gran prestigio mundial. La única diferencia sería entonces, la posibilidad de no dejar avanzar la enfermedad y detenerla como algo prioritario y de vital importancia.
El empresario norteamericano Henry Ford II
El ejemplo que citó para avalar su comentario, fue el de Henry Ford II presidente de la Ford Motor Company, quien desde un liderazgo tiránico marcó la historia de esa compañía como una de las más nefastas de la familia en cuanto a la influencia comportamental alcohólica. Durante las juntas directivas, sus ejecutivos se estresaban y angustiaban, pues sabían que según su estado de ánimo, los podía despedir sin justificación alguna, acabando con sus exitosas carreras de forma inmediata. Así tenía tendencias a las falsas acusaciones, sólo porque un ejecutivo usaba un pantalón apretado lo tildaba de homosexual.
Durante las décadas de su reinado, Ford despidió a brillantes presidentes como Ernest Breech ejecutivo financiero, quien fue mentor del propio Henry Ford, al introducir controles administrativos modernos para el crecimiento económico de la empresa. Otra víctima del alcoholismo egomaníaco de Ford, fue el presidente Arjay Miller a quien expulsó sin razón, porque se “atrevió a entrar a la oficina del poderoso tirano sin tocarle la puerta”. Esta impulsiva acción le costó a la compañía y a los accionistas de la misma, 2 millones de dólares, por la indemnización de despido injustificado.
El terapeuta Rafael Lemoine me comentaba que un autor norteamericano James Graham, había investigado durante varios años la conducta destructiva de los alcohólicos más famosos hasta publicar un libro titulado: La Historia Secreta del Alcoholismo, que relata cómo afectó y afecta la conducta alcohólica a la historia humana, desde conquistadores y reyes como Alejandro Magno, Iván el Terrible, Enrique VIII, José Stalin, hasta escritores como Edgar Allan Poe, Ambrose Pierce, Scott FitzGerald, Thomas Wolfe, Tennessee Williams y Truman Capote entre otros, quienes en sus trances alcohólicos degradaban sus dones y talentos en atacar, confundir e incluso “matar” en sus novelas y artículos, a sus enemigos y detractores.
El escritor Ernest Hemingway
Y la lista continua con políticos, jueces, fiscales, artistas, cantantes y muchas otras personalidades públicas, en las que el autor ha encontrado una relación directa entre la adicción al alcohol y la conducta destructiva hacia sí mismos y hacia los demás: “siendo los alcohólicos víctimas de una enfermedad pero también victimarios, pues el alcoholismo es la enfermedad del traidor: es un vicio relacionado directamente con el deseo y el abuso de poder” (https://www.youtube.com/watch?v=V307s74b8HI&feature=youtu.be)
Ahora bien, ¿cuál es la relación entre el poder y el alcohol? Etimológicamente la palabra alcohol se deriva del árabe kohol, refiriéndose a un polvo fino y negro que las mujeres han usado durante mucho tiempo para ennegrecer los ojos, es decir, como una especie de maquillaje; mientras que el alcohol etílico o etanol vendría siendo el compuesto activo esencial de cualquier bebida alcohólica, cuya variedad depende del tipo de fruta/cereal y del proceso del que se obtiene, bien sea por fermentación o destilación. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) este producto es considerado como una droga, ya que, cumple con los criterios que definen a una sustancia: “genera adicción, provoca tolerancia y su ausencia conlleva al síndrome de abstinencia”.
Pero lo que muy pocos saben, es que esta dependencia se remonta desde la aparición de la cerámica usada como un recipiente para almacenar bebidas, las cuales según la temperatura, podían fermentarse. De ahí que entre los años 4000 y 3500 antes de Cristo, se encontraran evidencias del uso del vino y la cerveza en regiones de China, Egipto y Mesopotamia, dentro de un contexto mágico-religioso en la celebración de rituales del solsticio de invierno y verano, así como también, en las épocas de siembra y cosecha.
Los griegos deificaron el alcohol a través de Dionisio, dios de la vendimia y el vino, inspirador de la locura y el éxtasis; y los romanos como Baco, dios del frenesí, la agricultura y el teatro, que inducía a la bakcheia(trance) con el fin de liberar el verdadero ser, hasta el punto de lograr una comunicación entre los vivos y los muertos. Fue este el punto de partida que se reconoce históricamente como la oleada de alcoholización de la humanidad, debido a las expansiones imperialistas romanas que propagaron esta práctica por diversos territorios.
Fotografía Armando Martí
Baco, dios romano del frenesí
Más adelante en la Edad Media (siglo IX), se descubrió en Europa la técnica de destilación, obteniendo alcohol de mayor concentración y con efectos intoxicantes. Asimismo, en los períodos de conquista en América los colonos llegaron a probar la “Chimba”, una bebida parecida a la cerveza que consumían los indígenas durante sus ceremonias sagradas, heredándoles a su vez estas prácticas de consumo. A partir del siglo XVII se implantó la producción de vinos y licores, que en plena época industrial masificaron este hábito en las urbes sin importar el estrato social. Ya para los primero años del siglo XX, el consumo de alcohol se normalizó a tal punto que en la década de los 60, se institucionalizó debido a las corrientes económicas, políticas y movimientos migratorios, que impusieron esta costumbre como una forma de recreación, status y necesidad de los consumidores.
El problema se evidenció cuando aparecieron efectos nocivos, que revelaban una “personalidad secreta” de los consumidores, como si sufrieran un desdoblamiento que llevaba a los excesos desde la pérdida de control hacia comportamientos agresivos, irritables y vengativos, hasta la manipulación, la mentira y el maltrato. En esta coyuntura el alcohol pasó de ser un elemento de diversión y desinhibición, a un tema de salud pública que afecta a millones de personas alrededor del mundo. Para los que están en el poder es un secreto a voces que prefieren ocultar, y para la gente común y corriente, es una peste silenciosa que poco a poco acaba con la integridad humana.
¿Qué es el alcoholismo?
Con base a la definición de National Council on Alcohol and Drug Dependence: “El alcoholismo es una enfermedad primaria y crónica, con factores genéticos, psicosociales y ambientales, que influyen sobre su desarrollo y manifestaciones. La enfermedad es frecuentemente progresiva y fatal. Se caracteriza por presentar en forma continua o periódica: pérdida de control sobre la bebida, preocupación por la droga (alcohol), uso del alcohol a pesar de sus adversas consecuencias, y distorsiones en el pensamiento, principalmente negación.” (https://www.youtube.com/watch?v=4tE7bDmqP10&feature=youtu.be)
De esta manera, el alcoholismo se manifiesta dentro de un conjunto de características especificas, las cuales persisten a lo largo del tiempo, es decir, son cambios progresivos a nivel físico, emocional y social, que se van acumulando a medida que el consumo continua, afectando no sólo órganos vitales del cuerpo como el hígado, el corazón y el cerebro, sino también contribuyendo significativamente a situaciones de peligro como accidentes vehiculares, eventos traumáticos (abuso sexual y maltrato físico), homicidios y suicidios.
La carencia de sobriedad y sentido común a la hora de manejar dichos comportamientos, se ve reflejado en una incapacidad para aceptar que existe una problemática desencadenada por el consumo de alcohol hacia estados cada vez más dependientes y autodestructivos, permeando los ámbitos laborales, económicos, familiares y sociales, como: trastornos cognitivos, cambios de ánimo, problemas maritales, violencia, relaciones sociales adictivas y vacío existencial por falta de valores.
Por eso y a pesar de que el alcoholismo es considerado una enfermedad de base, también tiene diferentes variaciones y clasificaciones: el alcohólico alfaes aquel que genera una dependencia psicológica al alcohol; el alcohólico beta tiene el hábito de beber socialmente en exceso y aparentemente cree que no le genera una dependencia psicológica o física; el alcohólico gamma(bebedor clásico) se dedica a beber por días, semanas o a veces hasta llegar a estados de intoxicación severa, teniendo manifestaciones del síndrome de abstinencia; el alcohólico delta disfraza su consumo durante el día buscando una excusa bien sea en el almuerzo, en el cierre de un negocio, un cumpleaños, un mal momento y quizás cualquier ocurrencia que tenga; por último el alcohólico épsilontiene fases de borracheras cortas y compulsivas, intercaladas con períodos largos de completa abstinencia.
Síntomas del alcoholismo
Las ganas de poder y control de un alcohólico, son de fondo el móvil para dominar un Yo dividido y oprimido, por un amo implacable y destructor: la adicción. Todas las conductas del alcohólico y sus diferentes facetas se deben a su insaciable necesidad de obtener y abusar del poder, lo que permite identificar patrones de conducta singulares como:
1. La negación: El alcohólico niega de manera irracional su enfermedad, sin importar el nivel socioeconómico e intelectual. La negación es la manifestación del ego, la cual impide un reconocimiento sobre los vacíos emocionales durante la infancia, juventud y adultez, que son los motores para sobrepasar los limites y beber en exceso. Por eso constantemente en sus mentes se repiten la siguiente afirmación: “¡Yo tengo todo el control! Los alcohólicos no ejercen control alguno, por consiguiente, ¡no soy alcohólico!”.
2. La mentira: Para una persona psicológicamente sana, la mentira puede ser un recurso protector en algunas situaciones, sin embargo, su sinceridad permanece la mayor parte del tiempo. En la vida del alcohólico una herramienta de supervivencia es la mentira permanente, pues intenta a cualquier precio alejarse lo más posible de la verdad que sería el producto de una autoevaluación sincera, llegando a la conclusión de que es adicto. Debido a que las alternativas no son atrayentes, decide adoptar un patrón de mentiras sistemáticas, pues no sólo le dan poder sino también habilita una posición de superioridad respecto de los demás, alimentando el ego.
3. Afición por el éxito
La adicción impulsa a los alcohólicos a escalar rápidamente en sus profesiones hasta llegar al éxito. Un joven alcohólico tiene una necesidad imperiosa de reafirmar sus impulsos de poder, y el alcohol es un medio que lo catapulta hacia la creatividad pues se vuelven obsesivos compulsivos y perfeccionistas, generando admiración incluso de su círculo más allegado.
3. Deterioro ético
El engaño, la manipulación, la humillación, la falta de lealtad y la infidelidad, son comportamientos que normalizan los alcohólicos, hasta un punto donde quedan envueltos en situaciones tan complejas casi delictivas, donde ya no pueden seguir rompiendo las normas y deben reconocer sus errores. Un golpe duro a su ego soberbio y orgulloso.
4. Resentimiento Irracional: Exageración excesiva de los defectos de los demás para sentirse bien con ellos mismos. Un complejo de superioridad basado en uno de inferioridad, lo que les impide aprender a perdonarse a sí mismos y a los demás, victimizándose constantemente ante las situaciones que no son de su agrado.
5. Emociones superficiales: Es usual ver como el alcohólico debido a sus compartimientos extremistas, puede alterarse fácilmente ante “ofensas” imaginarias o todo lo contrario, puede ser incapaz de sentir y manifestar dolor ante situaciones traumáticas de la vida como la muerte, pues su psique no soporta una carga adicional de dolor, con la que diariamente tiene que lidiar a causa de la culpa. De ahí que normalmente cuando expresan un “te amo” por ejemplo, lo utilizan como herramienta para controlar a un ser querido, pero esa frase no es más que otra mentira para alivianar las expectativas.
6. Encanto: El alcohólico desarrolla una personalidad al estilo clásico de los personajes del escritor Robert Louis Stevenson: “Jekyll y Hyde”, es decir, con su encanto seducen y convencen a los demás con el fin de lograr sus objetivos egoístas. Una conducta tan nociva como reveladora, pues unas veces son amigables y cariñosos, y otras son capaces de insultar cruelmente sin importar las repercusiones.
7. Actitudes compulsivas:El alcohólico, especialmente un rasgo de la mujer tiene unas ganas desmedidas de hablar a todas hora, en particular durante la noche, y el teléfono fijo o celular, es un medio excelente para extender el poder, en otras palabras, la persona a la que decide llamar debe escuchar sin interrupción todo lo que el alcohólico quiera decir en ese momento.
8. Pulcritud:A diferencia de lo que muchos pueden pensar, el alcohólico es una persona sumamente dedicada a su aspecto físico, ya que, son organizados en el hogar, se esmeran por vestir con las tendencias más recientes de la moda y frecuentan los sitios más lujosos de la ciudad, para reforzar su fachada de respetabilidad.
9. La “cura geográfica”:Con frecuencia el alcohólico cree que su problema se origina debido al lugar o entorno que habita, por lo que es usual que cambien de domicilio, cuando en el fondo son meros intentos de ganar responsabilidad y poder sobre sus vidas.
10. Fases del Alcohólico:
Pre alcohólica
- Lagunas Mentales (No acordarse de lo que ocurrió durante una borrachera).
- Beber a “escondidas” (pretenden que nadie se de cuenta de los excesos).
- Evita hablar del alcohol (no le gusta que lo señalen como “borracho” o alcohólico).
- Presiones sociales (su conducta ya es señalada en el hogar, el trabajo o por su círculo de amigos).
- Comportamiento grandioso y fanfarrón (se siente el mejor trabajador al aumentar sus capacidades económicas y status social).
- Período de abstinencia total (se dice a sí mismo y a los demás que tiene fuerza de voluntad, pero más temprano que tarde vuelve a consumir).
Fase Crítica:
- Dejar empleos (por su falta de compromiso renuncia constantemente a los trabajos o fuerza un despido).
- Rechaza las relaciones interpersonales (le caen mal las personas que no beben y se siente criticado aunque no sea así).
- Resentimiento irracional por su constante autocompasión.
- Primera hospitalización (debido al consumo escalado y descontrolado del alcohol, requiere una estabilización y desintoxicación).
- Psicosis Alcohólica (enfermedades mentales, angustia, ansiedad, inseguridad, miedos y alucinaciones).
Fase Crónica:
- Temores indefinibles (delirio de persecución, sufre de sobresaltos por la culpa y los remordimientos).
- Temblores persistentes (cada vez más el sistema nervioso necesita del alcohol para sentirse estable).
- Vagas aspiraciones religiosas (busca sin importar, un “oasis” espiritual, adquiriendo prácticas todavía más nocivas para su estado mental y emocional).
- Pérdida de la vida (finalmente al alcohólico le espera la muerte en un hospital, bien sea por un accidente o por la privación de su libertad al cometer delitos graves y tomar decisiones durante sus períodos de borrachera).
Finalmente la idea de este artículo no es sugerir soluciones a la enfermedad del alcoholismo, lo que intento es generar consciencia para que se den cuenta de cómo esta enfermedad es un contagio familiar, es progresiva y es uno de las más terribles flagelos de estos tiempos modernos. En el fondo las terapias de 12 pasos, grupos de ayuda, psicoterapias y Coaching de gestión emocional, están orientadas como programas ego-reductores, pues la soberbia y el orgullo son los enemigos de la sinceridad, y el programa de rehabilitación se basa en la transparencia y la aceptación de los múltiples defectos de carácter que contiene la personalidad alcohólica. La segunda fase de este proceso es la de un despertar espiritual no religioso (pues generaría más culpa), y se trata de mostrarse ante un Poder Superior o el Dios del entendimiento tal y como es, pidiendo que esa cura provenga de Él y no tanto desde la intelectualidad y la negación distorsionada del adicto. (https://www.youtube.com/watch?v=m-pEV546W-0&feature=youtu.be)
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