Enigmático: El síndrome de Wendy, cuando el amor ahoga al amor




Fotografía Armando Martí

Por: Armando Martí
Hace más de cien años, se estrenó en Londres una obra de teatro escrita por el escocés James Matthew Barrie llamada Peter Pan y Wendy, desde entonces, ha tenido docenas de adaptaciones cinematográficas. Una de las más famosas películas animadas, fue realizada por la compañía Walt Disney en 1953, popularizando sus personajes en el mundo entero. 

La figura de Peter Pan, refleja a un niño que nunca creció y es feliz en su mundo de infante, pues odia a los adultos. Además, tiene poderes para volar a voluntad, los cuales le fueron otorgados por su hada madrina, la preciosa e inolvidable Campanita, quien al batir sus pequeñas alas desprende polvo mágico, haciendo que los sueños se vuelvan realidad. 


Cortesía Armando Martí

Él vive en la tierra de Nunca Jamás, una isla en donde habitan indios, sirenas y piratas. Allí es trasladada por Peter Pan una niña llamada Wendy Darling, quien con 12 años logró atraer por medio de sus sueños a este nuevo y fantástico amigo, para que hiciera realidad el deseo procedente de su imaginación: vivir en la isla fantástica en donde podría realizarse como madre (a pesar de no tener edad para hacerlo). Su anhelo era tan grande como aquella necesidad de Wendy por proteger a los demás. 

Durante la narración del libro, ella actúa como una perfecta madre, emulando los comportamientos cariñosos, pacientes, amables y sobreprotectores de su verdadera madre. 

Cuando Wendy ama demasiado



Cortesía Armando Martí

La moderna psicología se refiere a algunos síntomas de la codependencia y la sobreprotección hacia la pareja y los hijos, como el síndrome de Wendy, es decir, la mujer siente la necesidad de “amarlos excesivamente”, como también cuidarlos, satisfacerlos y agradarlos, incluso por encima de sí misma. 

Razón por la cual, se esfuerza de forma obsesiva en resolver todos los problemas de la familia, proyectando el papel de madre infalible y mujer perfecta en todos los sentidos, para que sus seres queridos no la abandonen, la desaprueben o dejen de entregarle el amor que solicita. 

Por ejemplo, es “normal” que cuando ella siente frío, crea que su hijo también lo siente y lo cubra aunque esté acalorado. Asimismo, piensa que el vínculo con su pareja es casi telepático, y lo que ella percibe del otro así sea imaginario, afirma obstinadamente que es verdad lo que “ve y siente”, y no se le puede contradecir pues conoce cada uno de los pensamiento del entorno familiar. 

La mayoría del tiempo lo emplea en controlar las situaciones, responsabilidades y comportamientos de sus seres queridos, olvidándose completamente de sus propias necesidades, pues le aterra el sufrimiento y los conflictos que la vida pueda generarle a la familia, acaparando la atención como la salvadora de cada situación. 

Las madres sobreprotectoras siembran en sus hijos muchos valores y creencias para afianzar sus vidas, pero el exceso de amor termina por afectar su seguridad personal y la inteligencia emocional, pues crecen debilitados para resolver conflictos interiores y tomar decisiones. 

El amor es la fuerza sanadora del universo, pero si la madre se cree generadora de esta fuerza como si fuera Dios, es posible que se desborden sus emociones por falta de saber poner límites sanos a este comportamiento, y termina afectando no solo a su núcleo familiar sino también a ella misma. Recordemos que la mayoría de las enfermedades psicosomáticas, tienen asidero en la sobreprotección. 

Las madres codependientes


Cortesía Armando Martí
La codependencia afectiva se define como una desbordada preocupación al momento de resolver los problemas de los demás. Particularmente en las madres, está caracterizado por la incapacidad para decir no (darle gusto a todo el mundo), la creencia de que puede ayudar a todos, la necesidad de ser querida y reconocida. Como carece de autoestima le es difícil ser alegre y feliz, por lo que la queja y el pesimismo se hacen presentes en su cotidianidad. 

La alexitimia es una especie de “dislexia emocional”, en donde la persona confunde la responsabilidad por culpabilidad, dando paso a una cascada de pensamientos pesimistas que hacen que no exista congruencia en lo que siente, piensa, afirma y actúa. 

Asimismo, señala a otros de su ansiedad e infelicidad, reprime sus sentimientos por miedo al abandono y aprende a disimular estos estados a través del papel de la “esposa y madre perfecta”. Por eso se victimiza constantemente, y piensa que si es abandonada por la pareja su vida pierde todo sentido. 

Muchas veces, son incapaces de poner fin a las relaciones toxicas y terminan soportando toda clase de malos tratos y humillaciones por parte de sus parejas.

Si decide apoyarse en otra relación amorosa con el fin de dejar la anterior, puede complicar la situación, ya que, al no conocerse a sí misma ni saber qué quiere en realidad, elije a alguien mucho más disfuncional, por eso niega la frustración de este fracaso e idealiza a la nueva pareja como “el amor de su vida”. 

De igual manera, es común que se aísle de la realidad creando mundos paralelos como el personaje de Wendy: la niña que quería crecer a toda prisa para olvidarse de su núcleo familiar, que con sus disfuncionalidades herían a la niña interior de manera constante. 

Hijos sobreprotegidos


Cortesía Armando Martí

Los hijos sobreprotegidos de madres codependientes eligen en sus parejas personalidades dominantes o exigentes, reclamando siempre amor y detalles, pero casi nunca están satisfechos con nada. 

Prefieren no confrontar sus crisis y distraerse en otras actividades como el exceso de trabajo, el consumo de alcohol y drogas, el sexo, los pensamientos mágicos y supersticiosos, el fanatismo religioso y las compras compulsivas, entre otros comportamientos obsesivos, con el fin de no solucionar los problemas de fondo.

Es normal que le teman a enfrentarse solos a la vida y a asumir nuevos retos. Piensan que la verdadera felicidad se logra únicamente al lado de una pareja, y viven la vida con extraña pasividad y miedo, pero siempre con un drama interior al sospechar que su pareja les puede ser infiel o abandonar. Es ahí donde hacen presencia los celos, que en algunos casos se vuelven patológicos, alterando su tranquilidad y la de quienes los rodean, especialmente los fines de semana o durante las vacaciones. 

Lo anterior, son algunos de los efectos en el comportamiento de los hijos de madres que aman demasiado, pero la lista es mucho más grande y existen libros escritos por psiquiatras, psicólogos, terapeutas y Coach de familia y adicciones, con gran experiencia en el manejo y la gestión de emociones que pueden orientar a los asesorados y consultantes, para ayudarlos a entender y superar estos desequilibrios de la psique y las emociones. 

De igual manera, hay en Colombia grupos de apoyo de 12 pasos tales como: Al – Anon, Alateen y CODA, que brindan un espacio para compartir las experiencias emocionales de personas que tienen un deseo común de desarrollar vínculos funcionales y saludables, encontrando fortaleza y esperanza para liberarse de las ataduras de las enfermedades emocionales, y hallar paz en donde existió confusión en las relaciones con ellos mismos y con los demás. (https://www.youtube.com/watch?v=5pcOsvnj_R8&feature=youtu.be) / (http://codacolombia.org). 

El amor incondicional hace crecer a Wendy


Cortesía Armando Martí

Ahora bien, imaginemos que esta linda niña que no quería crecer, es hoy una mujer completa que se ha encontrado a sí misma. Veamos su sonrisa de tranquilidad al poner en manos de un Poder Superior a su pareja e hijos, y dedicarse el tiempo necesario para responsabilizarse de su vida, decidiendo y eligiendo ser feliz.
Como en un espejo, observémosla hoy rehabilitada, serena y en paz, comprendiendo las profundas enseñanzas de los textos del poeta Khalil Gibran:

Tus hijos no son tus hijos
Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.

Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados (…)”.

Una nueva visión sobre nuestros hijos


Cortesía Armando Martí

Los hijos son la prolongación de la vida, por eso debemos respetar su voluntad y libertad de elegir lo que ellos consideran más apropiado, según el mandato del corazón. 

Las historias que reposan en sus memorias evolutivas son más antiguas que las nuestras, pues están diseñadas para corregir las disfunciones y romper las cadenas intergeneracionales que existen en las familias y sanar a los padres. 

Por eso deben descubrir por ellos mismos el sentido de la vida y la misión en este planeta, de ahí que el desprendimiento emocional de la sombra autoritaria del padre y la adversa sobreprotección de la madre, sea el inicio del viaje interior hacia la madurez espiritual. Como padres biológicos lo intuimos, pero el deseo de control nos impide actuar y pensar con honestidad y claridad. 

Lo peor que se le puede hacer a un hijo, es convertirlo en la proyección del ego malsano, implantando en su mente la idea de una pugna con sus semejantes, para “alcanzar” el éxito económico y social, pues el camino más confuso y doloroso es el de la perfección. 

Recuerda que humano significa imperfecto, con algunas opciones de desarrollar un sobrio y tranquilo potencial personal. Dejar fluir es permitir sanar, ya que, la naturaleza en general no necesita de ninguna programación para crecer en armonía. 

Una de las funciones principales de los padres es apoyar
las experiencias de los hijos en sus ensayos y errores, sin imponerles lo que está bien o mal. 

Para empezar reconoce que tú todavía no has descubierto quién eres y lo que en realidad quieres, y aun así pretendes ser el ejemplo a seguir. Si logras mirarte sin máscaras, miedos o prejuicios, descubrirás que también fuiste programado con exageradas expectativas de tus padres y que estás en un camino lleno de sobresfuerzos para lograr unas metas que quizás ni siquiera deseas para ti. 

Los padres son el pasado y los hijos el futuro. Para amarlos auténticamente, primero ámate a ti mismo y deja de esconder tus defectos de carácter, rompiendo con la dinámica de condicionar el amor como un instrumento de premio o castigo. 

El padre sabio concede a sus hijos el derecho a explorar y experimentar, para encontrar el sendero hacia su verdadera esencia. Si quieres ser amigo de tus hijos, olvídate de las jerarquías, el corazón no necesita amenazas. La confianza nace cuando pueden mirarse a los ojos como iguales. No eres Dios y tampoco puedes ocupar ese lugar. Eso sería esclavizarlos emocionalmente. 

Cada ser humano tiene su propio niño interior herido, el cual debe reconciliarse con el adulto responsable para perdonarse a sí mismo y a sus padres. Con este humilde acto liberador, simultáneamente la sombra de la confusión y la mentira desaparecerán, sintiendo plenitud y tranquilidad, inclusive ocurrirá el milagro de amar sin condiciones, dejando de culpar a los demás y superando su autolimitación. 

La grandiosa misión con los hijos es la de enseñarles a creer en sí mismos, respetando sus pensamientos e ideas, motivando sus cualidades y reflexionando sobre los defectos, para honrar al maestro interior que tiene la necesidad de trascendencia, sin hacerse daño ni haciendo daño a los demás, sirviendo con sus dones y talentos. 

Ser padres significa aprender del maravilloso milagro del amor de Dios y confiando en sus planes dejar que nuestros hijos se equivoquen, se responsabilicen y resuelvan sus problemas, para que logren ser ellos mismos, y nosotros como padres y amigos, celebrar con alegría sus logros. 


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