Cortesía Joshua Earie
Por: Armando Martí
Se podría definir la verdad como la congruencia entre lo que pensamos, sentimos, afirmamos y hacemos. Por eso, si queremos sentirnos bien con nosotros mismos, es necesario crecer y madurar como adultos para entender que la verdad es un proceso profundo y reflexivo, el cual no se puede lograr de manera “instantánea”. Nos hemos acostumbrado a vivir de forma muy rápida y eficiente. Todo lo queremos ¡Ya! Comida instantánea, dinero instantáneo, parejas instantáneas y satisfacción sexual instantánea, al igual que soluciones instantáneas a los graves problemas emocionales y mentales que nos producen estos malos hábitos.
Esta programación mental hacia el consumo ha sido orientada por los “genios” de la publicidad, que saben generar estrategias con el fin de estimular de forma directa a nuestro cerebro para que responda desde los impulsos y las emociones más básicas de “recompensa” y “satisfacción”. De esta manera, las personas terminan comprando e invirtiendo su dinero en algunas cosas, que la mayoría de las veces no necesitan. La inteligencia humana está compuesta de razonamiento e intuición, y de la unión de estos factores, surgen las decisiones que más pueden beneficiarnos, las cuales deberían ser propias y no impuestas ni manipuladas.
Sin embargo, al no dedicarnos tiempo para comunicarnos sinceramente con nuestro “yo” esencial, terminamos por convertirnos en una especie de “frenética manada” que hace lo que los demás hacen, perdiendo nuestro más preciado tesoro natural representado en la individualidad y la libertad de pensar de forma autónoma. Muchas veces nos convencemos de que somos inmerecedores de paz y sosiego mental. Quizás las heridas de infancia de nuestro niño interior reprimidas en lo más profundo del inconsciente nos hacen sentir mucho miedo, culpa y temor de ser tal y como somos. Por eso preferimos imitar a otros aparentemente más exitosos y felices que nosotros.
Pero esta es una de las grandes mentiras que nos creemos, pues las auténticas respuestas están en nuestro interior y no en el interior del otro. Un proceso valiente para recuperar nuestra autoestima y sanar las heridas emocionales comienza por recordar, reconocer y expresar el dolor experimentado a través de las diferentes etapas de la vida. Esta catarsis nos ayuda a resignificar las creencias, cambiar de hábitos y reaprender nuevas opciones de transformación personal para recuperar nuestra libertad.
Cuando logro valorarme de manera equilibrada, esta actitud se verá reflejada en el mejoramiento de mis pensamientos, acciones, palabras y emociones, fortaleciendo muchas de mis relaciones afectivas, familiares y laborales. Al escuchar mi propia verdad puedo aprender a escuchar los argumentos del otro. Así comprendo la importancia de utilizar la verdad como una gran herramienta para perdonar, sanar y trasmitir opiniones flexibles, consideradas y compasivas sin caer en la trampa del antiguo juego inventado por la mentira: culpar a los demás para minimizar mi responsabilidad. Recuerda, tu propia verdad es relativa. Por lo tanto, abstente de imponer tus certezas a los demás, ya que podrías estar equivocado.
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