Cortesía Fares Hamouche
Por: Armando Martí
El amor es un sentimiento que se expresa entre los seres humanos, generando una serie de actitudes y formas de comportarse enfocadas hacia el logro y el merecimiento mutuo, evolucionando en torno a la incondicionalidad del vínculo afectivo.
Asimismo, el amor se puede manifestar de diversas maneras y hacia otras personas que no necesariamente son la pareja, como el amor hacia un familiar, un amigo, una mascota e incluso al trabajo, a un líder político, un grupo social, un equipo de fútbol y a los hobbies más personales.
Sin embargo, es el amor propio el principal amor que debemos desarrollar, pues la dignidad y la autoestima son las bases para construir una relación de pareja libre de apegos y dependencias afectivas.
Para el efecto, debemos tener en cuenta que las emociones, el instinto, la inteligencia y el sexo no se pueden dividir, ya que somos seres integrales en busca de identidad y autonomía emocional.
En esencia, el hombre ha recibido su temperamento de la naturaleza, la cual antes del sentimiento del amor le ofreció el impulso del instinto en la etapa del crecimiento psicobiológico y será contrastado, con los principios morales que fueron construidos durante siglos por las diferentes culturas.
Según Giulia Sissa, filósofa italiana, historiadora y antropóloga, especialista en feminismo y sexualidad, explica que: “los primitivos no hacen nada malo, porque no saben lo que es el bien, como también lo exponía Santo Tomás de Aquino. Para él, el amor es movimiento orientado hacia una meta, esa meta es hacia el bien y la sexualidad debe culminar en el gozo profundo del otro en su totalidad, no desde el instinto, sino desde el constructo mental de la idea del amor.
De modo que lo físico, es un deseo que impulsa el sexo para unirse de forma natural al otro. Por el contrario, la moral es lo que determina ese deseo fijándolo en un solo objetivo: convertirse en un objeto de deseo “exclusivo” de la pareja, intentando controlar los impulsos hacia otras personas fuera del contexto de unicidad en pareja.”
No es difícil observar que la “moral del amor” es más un predicado idealista que real, proveniente de la costumbre e intereses de la sociedad, basado en el merecimiento y la lucha del hombre para alcanzar y hacerlos propios.
Al conquistar la belleza de la mujer a nivel más exterior que interior, hace que los hombres se sientan admirados y reconocidos ante los demás. Estos son algunos de los factores y prejuicios sociales que “condicionan al amor”, debilitando su espontaneidad natural.
“Cuando la pareja y sus nuevas circunstancias se encontraron viviendo juntos, aprendieron a comparar las cosas y a compararse ellos mismos con otros seres vivos. Al descubrir la comparación, percibieron que los seres pueden tener cualidades diferentes: hay de más y de menos; mejores y peores. Ellos comenzaron a tener preferencias. La inteligencia lleva al gusto, el gusto a la predilección, la predilección al apego y el apego a los celos”.
De acuerdo con la anterior teoría de la escritora e historiadora Giulia Sissa, la invención forzada del amor apagó su centro y distorsionó la pasión natural.
La génesis de la infidelidad en pareja
Cortesía Priscilla Du Preez
Realmente, el hombre no es fiel por naturaleza sino por una elección consciente. Así lo afirma el célebre filósofo, sociólogo y psicólogo alemán Erich Fromm (1900 – 1980), que dedicó su vida al estudio de diferentes fenómenos sociales entre ellos la infidelidad, remitiéndose al origen religioso cuando Adán y Eva comen de aquel fruto prohibido del árbol “del bien y del mal”.
En este relato, la mujer se deja “seducir” por la serpiente arrastrando a su compañero a la expulsión del paraíso. Basta un sencillo análisis para darse cuenta de que Adán no asume la responsabilidad de sus actos, pues como líder de la relación debió darse cuenta del engaño.
Pero, contrario a un compañero leal, hábilmente señala a Eva en vez de apoyarla, produciendo la fractura en la pareja basada en la culpa y la vergüenza, que, hasta el día de hoy, sigue rondando como una sensación de estar separado del otro y de todo.
Por esta razón, los miembros de la pareja han intentado llenar los vacíos interiores creyendo que el “amor” es un refugio mágico para la soledad, el dolor y la frustración, donde se proyecta en el otro una especie de salvación ante la agonía de entrar en contacto con la historia personal de cada uno y encontrar respuestas que revelen la raíz del alma.
La infidelidad es una forma inmadura de evadir el compromiso de descubrir en realidad quién soy yo, convirtiendo al amor en una vía de escape y no en una herramienta al momento de descubrir mi propia verdad.
De ahí que los hombres infieles no aman el objeto real, es decir, la esencia misma de la persona. Por el contrario, recrean ágilmente cualidades de lo que debería ser, evocando dimensiones imaginarias de un supuesto amor atemporal y mágico, saturando y confundiendo el buen juicio, cuando en este mundo no hay nadie perfecto.
Durante muchos años, en mi calidad de Terapeuta, Logoterapeuta y Coach de Vida, he sido consultado por numerosas parejas víctimas de la infidelidad, los celos, la obsesión y la venganza, al igual que las estrategias de manipulación y control. En el caso de la infidelidad, hombres y mujeres, engañan por igual, pero con diferentes móviles.
Por ahora, en este artículo queridos lectores, me referiré específicamente a las causas de la infidelidad masculina complementando una segunda entrega con los motivos de la infidelidad femenina, con el propósito de prevenir esta tóxica situación que podría avasallar la relación en pareja.
Es importante concientizarnos de el por qué y el para qué de la infidelidad masculina, a fin de iniciar un proceso serio enfocado hacia la rehabilitación personal que ayude a estabilizar y salvar el vínculo afectivo.
La infidelidad masculina: adictos a la insatisfacción
Cortesía Rene Bohmer
La infidelidad en el hombre es una experiencia que lo ha acompañado a lo largo de la historia. Desde el punto de vista biológico y como mecanismo de sobrevivencia, su instinto lo impulsa ante la necesidad de tener varias parejas para la protección de la especie.
Aunque, dicho estímulo ha sido regulado e incluso castigado por las estructuras sociales occidentales, que moldean y reprimen aquellos comportamientos por medio de unas normas morales, las cuales guían las acciones de los individuos para preservar la pareja.
Algunos hombres por naturaleza tienen la necesidad de sostener diversas experiencias excitantes, desafiantes y prohibidas, pues les encanta enfrentarse a nuevos retos que generen adrenalina y estrés.
Además, sienten un impulso de conquistar a las mujeres para sentirse deseados. En otras palabras, los patrones de comportamiento disfuncionales son similares a los observados en su núcleo familiar y social, donde se excusa y justifica la infidelidad masculina.
Por consiguiente, el temor al compromiso los angustia y desespera, ya que inconscientemente saben que van a incumplirlo, buscando en ocasiones, los defectos de su pareja para poder evadirse de una realidad vacía y dolorosa.
Estas son señales, de que el hombre no aprendió a aceptarse tal y como es, volviéndose experto en disimular a través de las máscaras de su personalidad muchas carencias de carácter.
Ante esta crisis existencial, prima en ellos los sentimientos de abandono, soledad y tristeza, pues aun teniendo pareja estable y permanente, no son capaces de valorarla por ser adictos a la insatisfacción.
Como “hombres” ceden a la presión social y a su grupo de amigos, quienes le transmiten el mensaje (reforzado por algunos medios publicitarios) que “se es más hombre si se tiene a más mujeres” y el tener solo una mujer, es un aviso de que están entregando toda su masculinidad y terminan convirtiéndose en el “hijo” de su esposa.
Al hombre infiel le es difícil decir ¡No! ante una oportunidad de sexo casual. Por el contrario, es natural en él, “poseer” varias mujeres debido a que nada le basta ni es suficiente al momento de calmar su ansiedad interior, que muchas veces, lo obliga a intensificar su trabajo para obtener mayor poder y reconocimiento económico, emocional y sexual.
En otros casos, la infidelidad es gatillada por los celos excesivos de su pareja, la falta de atención y reconocimiento, al igual que sentirse inferior a su compañera por ganar menos dinero que ella, lo que le resta identidad y liderazgo masculino, el cual se agrava cuando su pareja le ha hecho sentir que no es un buen amante.
Por lo tanto, el hombre buscará probar su masculinidad con otras mujeres especialmente más jóvenes, para representar el papel de guía y protector con ellas, como un acto de defensa al deterioro de su relación anterior.
Cuando un hombre es dominado por su pareja con la intención de que actué y piense como ella quiere, emergerá tarde o temprano, un elaborado desquite a causa de la represión emocional a la que fue sometido y que durante años sostuvo la relación mediante mentiras para fingir una “armonía”.
Consecuencias de los desbordes emocionales
Cortesía Alex Iby
Ciertos hombres infieles disfrazan sus complejos de inferioridad convirtiéndose en conquistadores, acosadores laborales y en casos más graves, pueden llegar a cometer violaciones y abusos sexuales.
El varón infiel, en su fondo más instintivo y descontrolado termina por negociar los pocos valores que le quedan para sobrellevar la vida, a cambio de experiencias íntimas y peligrosas induciendo a su propia pareja a que realice tríos, intercambios de parejas y orgías, exponiéndose a enfermedades de trasmisión sexual que conllevan a la muerte de uno o de ambos miembros.
Prevenir será siempre la mejor forma de evitar lamentarse. Actualmente existen Grupos de Apoyo de 12 pasos y excelentes profesionales de la psiquiatría y psicología, así como también, terapeutas y consejeros espirituales idóneos que pueden apoyar y orientar la debida recuperación de la relación de pareja.
Finalmente, como lo señalo en mi más reciente libro “Reflexiones para un Nuevo Camino: en intimidad con el misterio del alma”: la clave para una auténtica relación de pareja comienza no solo desnudando el cuerpo, sino además desnudando el alma.
Cada uno debe aprender a comprender al otro y desde la confianza empezar a quitarse las máscaras del miedo. Descubrir la luz y la oscuridad de nuestro ser interno es conectarse desde el corazón y los instintos naturales para gozar el regalo de Dios, cuyo camino nos llevará a descubrir la genuina felicidad”.
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