Cortesía Possessed Photography
Por: Armando Martí
Desde que el hombre existe en la Tierra, una de las mayores certezas que ha tenido a lo largo de su evolución, es la muerte, sea cual sea su origen, cultura y creencia personal.
La muerte nos alcanza a todos. Para algunos es un tabú, para otros es una liberación, un sentido de alegría o un momento de profundo dolor y duelo.
Esta ha sido la base significativa de muchas religiones y corrientes filosóficas, que abordaron el tema del padecimiento físico y lo intemporal de la existencia con un significado de esperanza y renovación.
Por ejemplo, para los cristianos, tras la muerte hay un juicio personal del alma que puede ser premiado con el cielo o castigado con el infierno. Mientras que, en el animismo africano, el mundo de los espíritus y el mundo material se encuentran conectados pues en la Tierra es donde se sufre y se goza.
Contrario al budismo zen y el budismo tibetano, que consideran el fin último de la existencia, aquel momento en el que se alcanza el nirvana (estado pleno de felicidad), terminando con el ciclo de renacimiento.
La idea de que existe la resurrección, la reencarnación y una aspiración a la inmortalidad, proporcionan un alivio grande ante el desolador panorama de dejar de existir.
Estos pensamiento occidentales se justifican en la creencia de que existe “algo” más allá de nosotros, es decir, existe vida más allá de la vida donde se sitúan las experiencias cercanas a la muerte (ECM).
El gran interrogante respecto a la existencia de la vida después de la muerte, se revela gracias a los testimonios y experiencias de muchas personas que han vivido el trance de una supuesta muerte, logrando escapar de ella.
El primero en hablar de este fenómeno fue el geólogo y profesor suizo de la Universidad de Zúrich, Albert von St. Gallen Heim (1849 – 1937), tras publicar en 1892 un libro titulado: Observaciones sobre accidentes fatales, una compilación de relatos acerca de personas que habían sufrido de este “síndrome”.
También, la médica psiquiatra Elisabeth Kübler Ross, nutrió estas teorías cimentando las bases de los cuidados paliativos para que los enfermos afrontaran la muerte con serenidad.
¿Qué es lo que sucede cuando morimos? ¿Obtenemos el regalo de la vida eterna o simplemente se trata de algo vago e insustancial? La vida de por sí, es un misterio y lo que ocurre en el instante de morir, es uno de los mayores enigmas.
La ciencia ante las experiencias cercanas a la muerte
Cortesía Johannes Plenio
A continuación, les presento algunos indicadores realizados por varios investigadores del fenómeno ECM, quienes reunieron testimonios de muchas personas que han estado a punto de fallecer e incluso fueron declaradas clínicamente muertas.
Cabe recordar, que otro parámetro descubierto durante esta experiencia, es que la conciencia no desaparece en el momento que el corazón deja de latir. Por el contrario, cada persona al regresar a la vida terrenal, tiene cambios profundos y significativos en sus ideas, hábitos y comportamientos.
1. La espontaneidad: Las experiencias cercanas a la muerte (ECM) ocurren normalmente ante situaciones críticas o de alto riesgo, como un accidente, una operación quirúrgica y en ciertos estados terminales de salud.
2. La sensación de estar muerto: Las personas son conscientes de estar muertos, debido a que se ven claramente ascendiendo y flotando por encima de su cuerpo, mirándolo a cierta distancia.
En ese instante, sienten miedo o confusión, pero rápidamente entienden lo que está ocurriendo. De acuerdo con los testimonios pueden ver y oír claramente a los médicos, enfermeras y familiares e incluso intentar comunicarse con ellos, dándose cuenta de que no pueden ser vistos ni escuchados, pues no son dueños de la materia densa de sus cuerpos físicos.
3. Experiencia de estar fuera del cuerpo: La mayoría de las personas no se dan cuenta de cuándo se produce la separación entre su parte física y espiritual, pero sienten que ese “cuerpo no físico” es de una naturaleza distinta, más sutil, transparente, etérico, llena de luz y energía.
4. Travesía a través del túnel: Tras la separación del cuerpo, muchos han recorrido una especie de túnel oscuro, encontrándose al final de este con una luz brillante. Por el contrario, otros suben escaleras o atraviesan puertas luminosas de una belleza indescriptible para los sentidos.
5. Sensación de hiperrealidad: Aunque se encuentran desligados de la materia, tienen más conciencia de la propia realidad, la cual es experimentada con mayor intensidad, paz y gozo.
6. Encuentro con seres de luz: Después de atravesar el túnel, la persona suele encontrarse con “seres de luz” como amigos y familiares difuntos. También, seres de mayor elevación espiritual (que se reconocen por los consejos que dan o por su fuerza magnética atrayente, así como el amor y la calidez que emanan). La comunicación con ellos suele ser telepática o mental, no con sonidos.
7. Revisión de la propia vida: Al darse cuenta de que los seres con que se encuentran no juzgan sino aceptan, pierden el temor al castigo, pues les hacen ver con comprensión qué aspectos requieren ser trabajados en ellos. En esta revisión no sólo se ven las acciones realizadas, también perciben los efectos que han tenido sobre ellos y las personas en sus vidas.
8. Sienten la importancia del amor: Casi todas las personas que experimentan el tránsito hacia el más allá́, al regreso dicen que el amor es la fuerza más importante de la existencia, es la razón por la que estamos aquí́ en este mundo, es la base de la felicidad y de la realización personal. Esto afecta significativamente la escala de valores en la vida de estos individuos.
9. Pérdida del miedo a la muerte: Los temores y miedos más comunes acerca de la muerte suelen ser asociados al dolor que acompaña el acto de morir y la preocupación de quién va a cuidar de sus seres queridos.
Lo más significativo es que aquellas cosas materiales aparentemente importantes, por las cuales se pierden relaciones afectivas, familiares y en algunos casos hasta la misma libertad por cometer delitos para obtenerlas, dejan de tener sentido, comprendiendo al fin que se invirtió mucha energía vital en lo superfluo. Después de vivir una ECM, la vida se experimenta con mayor plenitud y esperanza.
10. Sienten que todo está conectado: Cuando regresan, tienen la sensación de que todas las cosas en el universo están relacionadas y forman parte del “Creador”.
11. Mayor responsabilidad: Sienten una mayor responsabilidad y compromiso con su vida, están más conscientes de las consecuencias inmediatas y futuras de sus acciones, dejando de juzgarse y castigarse como lo hacían antes. Ahora saben que la existencia se dirige hacia un ser de amor y luz, que perdona y acoge con un inmenso amor incondicional.
12. Desarrollo de la Espiritualidad: Estas vivencias llevan a las personas a estudiar las enseñanzas espirituales, pues han despertado el ansia de conocer las claves del desarrollo interno. Por eso, buscan en los testimonios de grandes maestros como Jesús, Buda, Jiddu Krisnamurtir y S.S Dalai Lama, entre otros, un sentido de vida y una nueva versión de sí mismos, libre de las cárceles emocionales, el temor, la culpa, el resentimiento, la manipulación, las mentiras y los desequilibrios emocionales.
Como afirmaba el biólogo, químico y economista francés Antoine Lavoisier: “la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.
Las experiencias cercanas a la muerte, son una segunda oportunidad y un cambio de paradigmas en la programación mental para sanar la vida personal y familiar. Al final de nuestra historia, quizá un amoroso Poder Superior, tenga mejores planes para nosotros.
Así lo expresaba el padre de la logoterapia Viktor E. Frankl: “en la muerte el ser humano no pierde su vida, se transforma en la vida”.
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Andrés García