Cortesía Natalya Zaritskay
Los hijos son la
prolongación de la vida, por eso debemos respetar su voluntad y libertad de
elegir lo que ellos consideran más apropiado, según el mandato del corazón. Las
historias que reposan en sus memorias evolutivas son más antiguas que las
nuestras, pues están diseñadas para corregir las disfunciones, romper las
cadenas intergeneracionales que existen en las familias y sanar a los padres.
De manera que, deben
descubrir por ellos mismos el sentido de la vida y la misión en este planeta.
Así pues, el desprendimiento emocional de la sombra autoritaria del padre y la
adversa sobreprotección de la madre, es el inicio hacia la madurez espiritual.
Como padres biológicos lo intuimos, pero el deseo de control nos impide actuar
y pensar con honestidad y claridad.
Lo peor que se
le puede hacer a un hijo, es convertirlo en la proyección del ego malsano,
implantando en su mente la idea de una pugna con sus semejantes, para
“alcanzar” el éxito económico y social, pues el camino más confuso y doloroso
es el de la perfección. Recuerda que humano significa imperfecto, con algunas
opciones de desarrollar un sobrio y tranquilo potencial personal. Dejar fluir
es permitir sanar, ya que, la naturaleza en general no necesita de ninguna
programación para crecer en armonía.
Una de las funciones
principales de los padres es apoyar las experiencias de los hijos en sus
ensayos y errores, sin imponerles lo que está bien o mal. Para empezar,
reconoce que tú todavía no has descubierto quién eres y lo que en realidad
quieres, y aun así pretendes ser el ejemplo a seguir. Si logras mirarte sin
máscaras, miedos o prejuicios, descubrirás que también fuiste programado con
exageradas expectativas de tus padres y que estás en un camino lleno de
sobresfuerzos para lograr unas metas que quizás ni siquiera deseas para ti.
Los padres son el pasado
y los hijos el futuro. Para amarlos auténticamente, primero ámate a ti mismo y
deja de esconder tus defectos de carácter, rompiendo con la dinámica de
condicionar el amor como un instrumento de premio o castigo. El padre sabio
concede a sus hijos el derecho a explorar y experimentar, para encontrar el sendero
hacia su verdadera esencia. Si quieres ser amigo de tus hijos, olvídate de las
jerarquías, el corazón no necesita amenazas. La confianza nace cuando pueden
mirarse a los ojos como iguales. No eres Dios y tampoco puedes ocupar ese
lugar. Eso sería esclavizarlos emocionalmente.
Cada ser
humano tiene su propio niño interior herido, el cual debe reconciliarse con el
adulto responsable para perdonarse a sí mismo y a sus padres. Con este humilde
acto liberador, simultáneamente la sombra de la confusión y la mentira
desaparecerán, sintiendo plenitud y tranquilidad, inclusive ocurrirá el milagro
de amar sin condiciones, dejando de culpar a los demás y superando su
autolimitación.
La grandiosa
misión con los hijos es la de enseñarles a creer en sí mismos, respetando sus
pensamientos e ideas, motivando sus cualidades y reflexionando sobre los
defectos, para honrar al maestro interior que tiene la necesidad de
trascendencia, sin hacerse daño ni haciendo daño a los demás, sirviendo con sus
dones y talentos. Ser padres significa aprender del maravilloso milagro del
amor de Dios.
Ejercicio Transformativo:
Siéntate
cómodamente. Respira de forma tranquila e imagina que una nueva sensación
amorosa está naciendo en tu corazón. Después de dos minutos, concéntrate en tu
centro espiritual que está vibrando en amor. Ahora lleva esa vibración a donde
creas que necesitas armonizar cualquier dolor físico o vacío interior. La
intención bondadosa de consideración hacia ti mismo es la base de este
ejercicio. Extiende esta sensación a las personas que aparezcan en tu mente sin
importar que te amen o te hayan hecho daño.
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