Cortesía Alicia Quan
Dos fuerzas muy poderosas compiten por dominar tu mente: el miedo y la
fe. Más allá de tus pensamientos, existe un centro espiritual que nunca
enferma y tampoco se debilita; su fuente es el amor creador del Universo que
también habita en ti. Esta luz sólo espera a que la descubras, para revivir
tu conexión esencial con Dios, regresando a tu verdadero hogar desde la
consciencia plena.
El mejor tratamiento para todos los desequilibrios físicos y mentales
proviene del despertar espiritual, y el remedio se llama amor. La compasión,
la ecuanimidad, el equilibrio y la alegría, son los estados del alma
trascendida. Sus frutos sólo se dan a través de la madurez espiritual, que
habilita la intención de servir a los demás, para que juntos se liberen del sufrimiento
y el dolor.
Ser humilde no implica mostrar debilidad ante las crisis de la vida, sino
entregarse valientemente a la voluntad de Dios. Mantén claro que el verdadero
maestro espiritual es flexible, solidario, compasivo y rompe las cárceles intelectuales
del prejuicio.
Para encontrar la paz interior, elimina de tu corazón el resentimiento,
el desamor, la ira, la envidia y el miedo. Comienza entregando tus emociones,
tu vida y tus planes al cuidado de Dios, quien sólo quiere que logres un despertar
espiritual y te regocijes con su inmenso e infinito amor.
Seguridad, confianza, optimismo y fortaleza, son elementos que provienen
directamente de la oración, la meditación y el amor a Dios. Mantén una
convivencia en paz, motivando la reconciliación con tus semejantes. La
armonía y el sosiego interior son el resultado de esta disposición.
Cuando medites, entiende que ni el amor te desborda ni el odio y la
enfermedad te deprimen. La vida cambia constantemente y tú con ella. Transita
en lo posible por el camino medio, guardando un sensato equilibrio en cada cosa
que hagas.
La mayoría de las creencias son falsas, por eso sufrimos, odiamos y de
paso castigamos a los demás, porque nos dejamos convencer y programar por
ellas. Intentar dominar a las personas es enfermizo, pues los conviertes en
objetos de tu ego posesivo. Somos seres que anhelamos nuestra autenticidad, de
allí que quien intente someternos activa al guerrero interior que defiende el
derecho a su libertad natural.
Desde la experiencia personal se puede lograr la aceptación para
rehabilitar nuestros sentimientos, emociones y pensamientos, así sean estos
funcionales o disfuncionales; pero solamente con la ayuda de un Poder Superior
al ego, obtendremos la sanadora trascendencia del espíritu.
Nada permanece igual, todo cambia y todo regresa. El desapego es el mejor
maestro para transformar tu actitud y descubrir el camino hacia el encuentro
íntimo con Dios.
Encuentra tu sombra para poder evolucionar hacia la plenitud de la
consciencia, ya que, ambas fuerzas habitan en ti. Recuerda que cada elección
nos produce dolor, pues al optar por una, pierdes la otra. Escoger el camino de
la “perfección” siempre será tortuoso, puesto que ser humanos significa “no
perfectos”. Un espíritu humilde y equilibrado, transitará por una vía
flexible, compasiva y tolerante.
Aparentemente frágil, pero esencialmente eterno, poderoso en su interior
y conectado al espíritu de Dios, así es la grandeza del ser humano. ¿Cuál es
la fuerza que sobrevive al tiempo y a la muerte? ¡La del amor! Que nos eleva
sobre nuestras miserias y nos da el vigor, la resistencia y la voluntad para
regresar por fin a nuestro verdadero hogar, donde nos encontraremos con el
cálido y protector amor de Dios. Así como existe un mundo material también
existe un maravilloso mundo espiritual.
Del libro Reflexiones para un Nuevo Camino de
Armando Martí, Editorial Solar
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