Paro Agrario Nacional: elección entre las sombras y la luz


Por: Armando Martí - @armandomarti1
El pasado 19 de Agosto lunes festivo, se inició en nuestro país el paro nacional agrario, el cual fue subestimado por el presidente Juan Manuel Santos, y como respuesta a este antiguo conflicto social que comenzó hace décadas, intentó controlar la manifestación con efectivos del ESMAD de la policía. Esta acción sin ningún sentido común, agravó la situación de orden público despertando la indignación de los colombianos, quienes después de diez días se han unido a estas protestas, ante el abandono estatal y la falta de garantías de los mínimos derechos de nuestros agricultores.

Además, otros gremios como el de los transportadores, trabajadores de la salud, maestros, estudiantes y ciudadanía en general se unieron a las marchas sitiando Bogotá, que está sufriendo las consecuencias del desabastecimiento alimenticio, el encarecimiento de los víveres y la sensación de inseguridad e incertidumbre, en la cotidianidad de las labores diarias. La pésima consejería de los asesores del presidente, al igual que sus despectivas e imprudentes frases en contra del paro agrario han exacerbado los ánimos populares, al darse cuenta de la ausencia de liderazgo efectivo para la solución y manejo de la crisis nacional.

Elegir siempre producirá dolor, pues al hacerlo se pierde una opción y se ratifica la otra, pero al no hacerlo simplemente se agravan todas las situaciones en la vida. Razón por la cual, sugiero respetuosamente a nuestro presidente que deje de lado su inseguridad, y nos muestre un líder decidido a resolver eficazmente los problemas de la nación. Para no criticar más y controlar el estrés de la situación, decidí apagar el televisor y la radio, ante la imposibilidad de realizar mis actividades diarias por las marchas programadas en la capital del país, empleé este tiempo en reflexionar y meditar dándome cuenta que todos los colombianos buscamos un poco de atención, comprensión y justicia que nos brinde algo cercano a la felicidad.
Analizando de fondo el concepto de `felicidad`, descubro que no tengo que esforzarme por alcanzarla, pues la felicidad simplemente es una ley universal y por lo tanto yo estoy sometido a ella. Así como la ley de gravedad rige mi cuerpo que es atraído hacia la tierra,  ese cuerpo junto con mis emociones e ideas atraen la felicidad. Efectivamente ésta llega lo quiera o no, y también sin llamarlos el dolor y el sufrimiento se acercan a mí, sometido a un ritmo cósmico que tiene la precisión de un reloj, con la misma velocidad de su tic tac y movimiento pendular de ida y vuelta.
Tan natural como respirar, puedo inhalar felicidad y exhalar tristeza, aspirar alegría y expirar angustia. Nada altera este designio. Por más esfuerzos que haga por retener la felicidad, ella sola se va ... y ella sola regresa. Es entonces imposible no tener esperanza, paz y tranquilidad, como es de igual manera imposible no sufrir. La lección consistiría, en crecer y aceptar este hallazgo viviendo cada ciclo, entendiendo de que cuando uno de ellos se cierra ya se está abriendo el otro, y si uno de los dos por misteriosas circunstancias se demora más de lo debido, tengo la certeza de que también pasará. `Todo pasa y estos estados circunstanciales del mismo modo pasarán`. Repito esta frase, escuchando mis pensamientos uno delante del otro igual de seguros como también vacilantes, pero con la fuerza interior cuya opción es la de ser únicamente dueño de mi actitud, sabiendo que la misma es la base para soportar, aceptar y superar mi destino.

Con mi primera experiencia humana que consistió en respirar para vivir y cuya acción es la que impulsa mi existencia diariamente, se también que algún día su resultado será el de expirar en paz, recordando todos los momentos experimentados para abrirme al misterio de la muerte, la cual cambia el movimiento de uno y dos tiempos, por otro ritmo seguramente igual de armónico pero más perfecto y quizás más libre.
Esperar confiadamente sin temor a morir sería el secreto, y hacerlo todo desde la conciencia sería entonces vivir instante por instante sin preocuparnos por el futuro, y mucho menos pretender ser dueños del tiempo. Siempre confiando en el relojero superior y sus razones, que supongo son amorosas y las cuales nos pusieron a marchar temporalmente durante horas, días, semanas, meses y años en el calendario de existencia que guiada por mi conducta me permite elegir lo bueno y lo malo en cada ocasión.
Mi conclusión es que el sentido de la vida es una elección correcta, entendiendo lo correcto como lo que más `vida construye` y no como lo más placentero o impulsivo de mis deseos, anteponiendo sobre todo el sentido común y la sobriedad para elegir lo mejor para mi, dando como resultado una mayor coherencia personal que ayuda a beneficiar mi carácter, facilitando la convivencia en comunidad dentro de un espacio profundamente sencillo y libre del egocentrismo oficial que caracteriza este momento nacional.

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