Por: Armando Martí
La
verdad es la congruencia entre lo que se siente, piensa, dice y hace. Contrario
a este actuar, está la mentira cuya intención consciente es convencer al otro de lo que
no es verdad y llevarlo a creer una falsedad. Este doble juego de representar
un papel, es muy desgastante a largo plazo, ya que, nuestra energía física,
emocional y mental, se alimenta de la sobriedad y tranquilidad que produce la
verdad.
Los
frutos de la sinceridad personal serían entonces la ausencia de vergüenza,
miedo, resentimiento y depresión, pues el Maestro del Amor nos enseñó: “Conoceréis
la verdad y la verdad os hará libre" (Juan 8:32) ¿Libres de qué? De la
insoportable esclavitud del ser, que sobrevive a un entorno competitivo, en
donde la publicidad le crea falsas necesidades e impulsos adictivos. Libres
también de ejercer nuestro derecho a decidir quiénes somos y lo que queremos
hacer, viviendo en plenitud y sencillez sin el excesivo uso de las máscaras, el
engaño, la manipulación y el miedo.
La
enfermedad del alma comienza cuando desactivamos nuestra conexión espiritual a
través de la mentira y los secretos familiares, de ahí que el ego se apodera de
nuestras intenciones y oscurece la trasparencia de ese vínculo con el Creador.
Entonces aprendamos a reconocer nuestros errores y defectos de carácter, como
nuestras cualidades y talentos, para crear nuevas opciones que desde la verdad
nos permitan vivir en armonía, paz, equilibrio mental y espiritual, gozando de
una existencia plena.
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