Fotografía: Armando Martí
Por: Armando Martí
Existe una delgada línea entre la
realidad y la fantasía, la verdad y la mentira, condensado en un término
conocido como la superstición, que a partir de la reinterpretación de prácticas
simbólicas pretende transformar y condicionar la percepción de los individuos, produciendo
un efecto sugestivo e inclusive autosugestivo, manejando las emociones a través
de la irrealidad y el engaño.
Por el afán de darle un sentido a los
acontecimientos extraordinarios y superar las fragilidades humanas, creyendo
tener dominio de la mente y los elementos naturales a través de rituales
especiales, las civilizaciones a lo largo de la historia se han convencido
debido a su necesidad de control e incertidumbre sobre el destino, de que solo
unos cuantos elegidos poseen las habilidades para llevar a cabo estos supuestos
actos poderosos, por medio de fórmulas mágicas o virtudes del cielo. La mayoría
de las costumbres son heredadas y aprendidas del grupo social, religioso y
cultural, que en muchos casos de forma obsesiva llega a limitar e influir negativamente,
pues antepone los intereses propios por encima de la verdad, impidiendo el
desarrollo de un sentido común, que permite diferenciar ambas orillas del sano
juicio y la ilusión.
El miedo a lo desconocido conlleva a la
manipulación, pretendiendo armonizar con falacias la inseguridad, la ansiedad y
la desconfianza ante los eventos de la vida, olvidando las leyes naturales de
causa y efecto que rigen al mundo, dominando las cosas con su caprichosa
voluntad y ego malsano, más no desde la espiritualidad que denota una
responsabilidad individual, sinceridad, virtud y amor.
Un ejemplo de esto, que tiene a muchas
personas convencidas de la gran capacidad mental es la de aquellos que dicen
caminar sobre el fuego, un rito para demostrar la invulnerabilidad del hombre
durante la noche del solsticio de verano y utilizado por diversas culturas como
una ceremonia de iniciación y un camino elevado hacia la propia conciencia,
inclusive en algunos cursos y seminarios ofrecen la posibilidad de practicar este
ritual sin sufrir daño alguno, con el fin de despertar cualidades, fortalecer
la concentración y superar el estrés haciéndoles creer a los clientes que son
guerreros invencibles.
Sin embargo, la realidad de esta
fascinante hazaña, es que existen varios trucos conocidos aproximadamente desde
500 a 1000 a.C. con el caso de la sacerdotisa de Diana en Castabala, Capadocia,
quien se ganaba la admiración de la concurrencia caminando en hierro ardiente o
los hirpios un pueblo etrusco que andaban sobre llamas en el monte Soracte, para
demostrar su condición sagrada, recibiendo ciertos privilegios por parte del Senado
romano.
Es claro que solo falta presentar un acto
con astucia, en un ambiente rodeado de misterio para que el público incrédulo
ceda ante lo aparentemente paranormal y se sorprenda de tremenda proeza. Así lo
plasmó Alberto Magno un sacerdote, obispo y doctor de la Iglesia, destacado en
teología, filosofía y química de la era medieval, que en medio de su humildad y
pobreza reveló el secreto en su libro De Secretis Mulierum publicado en 1669,
acerca de los principios ocultos de la resistencia al fuego, es decir, la
mezcla de determinados compuestos que al ser aplicados en el cuerpo lo hacen
inmune al calor. Esta receta la voy a compartir omitiendo ciertos elementos por
precaución para el lector, que desde alguna zona de su inconsciente puede usarla,
causando daño a sí mismo o a los demás: -“
Tómese jugo de malvaviscos, y clara de huevo, semillas de hierba de gato;
redúzcanse a polvo … Úntese esta especie de suave masa en la planta de los pies
y las palmas de las manos … Hecho esto podrá coger hierro candente
tranquilamente sin sufrir ningún daño”-
Recientemente se pudo descubrir desde las
leyes más básicas de la física, que este fenómeno es producto de la
termodinámica. Por un lado las brasas de carbón poseen una conductividad
térmica baja o una pobre capacidad para transmitir calor a otros objetos; por
otra parte el 60% del cuerpo humano esta compuesto de agua, elemento que requiere
de bastante calor para aumentar su temperatura. De esta manera, cuando ambos
entran en contacto, las brasas transmiten inútilmente el calor aunque estén
rodeadas por una temperatura de 500 Cº, mientras que los pies al ser en su
mayoría agua, necesitan bastante calor. En conclusión, se puede estar en contacto
con las brasas durante unos pocos segundos, hasta que los pies lleguen a una
suficiente temperatura sin generar quemaduras, teniendo en cuenta que no se
puede correr o ejercer demasiada presión.
La mentira en términos de la función
humana es una estrategia de comunicación que oculta y tergiversa lo auténtico,
impidiendo el conocimiento real sobre la naturaleza exacta de un hecho concreto.
Un autoengaño que muchos han elegido creer con el propósito de escapar y evadir
el compromiso de su participación en este montaje de ficción.
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