Uno de los personajes menos comprendidos de la historia, fue el polémico ruso Grigori Yefímovich Rasputín, que según muchos testigos se destacaba por sus poderes mentales y dones místicos, acompañados de un carisma y magnetismo extraordinario. Todavía existen varias leyendas entorno a la vida y muerte de este asombroso hombre, alimentadas por los intereses políticos, económicos y personales de esa época, pero ¿cuál era el origen de su poder?, ¿cómo lograba hipnotizar, diagnosticar tantas enfermedades, sanar con la imposición de sus manos e incluso predecir el futuro? Y lo más importante ¿quién y por qué lo asesinaron?
Rasputín nació el 9 de enero de 1869 en un pequeño pueblo de Siberia Occidental conocido como Pokróvskoye, en una familia de campesinos con altas tendencias religiosas. Era el quinto de nueve hermanos y se vio afectado dolorosamente por la trágica muerte de ellos, a causa de diversas enfermedades, dejando como única sobreviviente a su hermana Feodosia. A los diecinueve años se casó con Proskovia Fyodorovna, su novia de toda la vida, con quien tuvo tres hijos: Dimitri, Varvara y María.
Después de ayudar con la crianza de sus hijos, recibió un poderoso llamado hacia la espiritualidad y el misticismo, así como lo había hecho su padre y se inició en la secta religiosa Khlysty (flagelantes), liderada por hombres estudiosos de la teosofía y conocedores de los principios esotéricos de “los padres del desierto”. Estos sabios sabían que las pasiones humanas se anteponían a los demás valores y su dogma estaba basado en el reconocimiento y arrepentimiento del pecado, con el fin de transformarlo en virtud.
También eran firmes practicantes de la doctrina de los egos, es decir, sus pensamientos estaban disciplinados para luchar contra la ambición, la avaricia, la tristeza, la cólera, el resentimiento, la soberbia y el orgullo, avanzando en la evolución de la consciencia. Fue gracias a esta corriente espiritual, que Rasputín aprendió diversas técnicas de sanación, videncia y sensibilidad para percibir quién decía la verdad y quién mentía, por medio de su mirada directa y profunda, develando los secretos de las personas.
Con este conocimiento milenario, llegó a San Petersburgo en la primavera de 1903, tras años de correrías en pueblos de Grecia, Tierra Santa y Rusia, donde lo relacionaban como un hombre santo y elegido de Dios, pues tenía muchas consultas para curar diversos males del cuerpo, la mente y el alma. Su fama se extendió tanto, que un día llegó hasta Monseñor Teofán un reconocido inspector de la Academia de Teología, quien después de una inmersión personal y sorprendido por sus habilidades, decidió presentarlo a las familias más acaudaladas y respetadas de la ciudad, entre ellas la zarina Alejandra Fiódorovna, que preocupada por la hemofilia de su hijo el príncipe Alexis Nikolaiévich (heredero del trono ruso), llamó a Rasputín para que lo ayudara a tratar los síntomas y él a través de su energía magnética, aminoró la mayoría de las molestias, ganándose la confianza de la realeza con hechos palpables.
Poco a poco Rasputín escaló en el poder, ya que, su intención nunca fue la de ambicionar lujos o manipular a los miembros de la Corte Real, todo lo contrario, buscaba orientarlos y ayudarlos en sus actividades. Ante tanta responsabilidad adquirida, empezó a despertar envidia entre algunos miembros imperiales y el 17 de Diciembre de 1916, como resultado de un complot entre el Gran Duque Dimitri Pavlovich, el Príncipe Félix Yusúpov y el monárquico conservador Vladimir Maklakov, lo asesinaron, luego de que Yusúpov lo invitara a una fiesta en su casa, donde primero intentaron envenenarlo con dulces y vinos llenos de cianuro, pero al ver que no hacia efecto, le dispararon repetidamente en medio de una persecución, arrojándolo al gélido río de Neva, donde murió ahogado. Este brutal suceso fue narrado por Yusúpov en su libro: El Final de Rasputín (1927).
Así lo confirmaría años después María la hija de Rasputín, en una carta publicada por el periódico colombiano El Tiempo el 9 de enero de 1929 titulada, “La historia fantástica de Rasputín: El asesinato de mi padre”, en donde ella narra el acontecimiento de esta manera: -“A las doce y media, mi padre bajaba del automóvil del príncipe Yusúpov, y en compañía de su huésped entró en el palacio de Moika. A las dos horas, un guardia nocturno oyó varios tiros y dio alerta. En aquel momento mi padre yacía en medio del patio de la Moika, bañado en sangre. ¿Qué había sucedido entretanto? Para no despertar sospechas en mi padre, el príncipe Yusúpov se había dedicado durante varios días a amoblar de una manera casi suntuosa los bajos del palacio, donde los asesinos confiaban en perpetuar el crimen sin que nadie oyera nada.-”
Por medio de archivos y expedientes clasificados, se ha comprobado que la muerte de Rasputín estaba ligada a un constante interés de los británicos por sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial, pues no querían llegar a un acuerdo de paz con Alemania, por la cual, importantes agentes británicos del Servicio Secreto como Oswald Rayner y John Scale, estuvieron presentes durante el asesinato y dieron el golpe final al dispararle en la cabeza.
Pese a sus defectos de carácter e inusual libertinaje consentido por la Corte Imperial, Rasputín fue una persona generosa, cuyo interés era apoyar genuinamente a la realeza. Nunca mató ni golpeó a nadie, siempre mantuvo una actitud segura y serena, procurando guiar las decisiones de Rusia, por eso cuando la noticia de su muerte se filtró, aumentó el desprestigio de la dinastía, al saber que varios miembros de esta, habían participado en el asesinato.
Es curioso que el régimen impuesto por Lenin y Stalin, que liquidó prácticamente a todos los Románov, no reprimió ni eliminó a los miembros del círculo de Rasputín que eran también próximos a la Zarina, como Anya Vyrubova, Yulia Alexandrovna von Dehn, Maria "Matryona" Rasputín y su esposo Boris Solovyov, así como al resto de la familia. Finalmente los asesinos de Rasputín, orquestaron en vano ese malvado plan, pues irónicamente los únicos que se beneficiaron fueron los bolcheviques.
Otra asombrosa faceta de Rasputín, está relacionada con su capacidad psíquica para hacer profecías, que lograba canalizar tras horas de meditación. A continuación algunas de las más reveladoras, que siguen impactando al mundo:
1. “Cada vez que abrazo al zar y a la Madre, y a las muchachas y al hijo primogénito del zar, mi espalda es recorrida por un escalofrío de terror. Es como si entre los brazos estrechara cadáveres”. (Los integrantes de la familia real: el zar Nicolás II, su esposa la zarina Alejandra y sus cinco hijos, fueron fusilados por los bolcheviques el 17 de julio de 1918, tal como temía Rasputín).
2. “No tendrán paz los vivos y tampoco los muertos. Tres lunas después de mi muerte, veré de nuevo la luz, y la luz se convertirá en fuego. Pasarán veinticinco años y la muerte volverá de nuevo a volar… Pasarán más años y la muerte, de nuevo, partirá.” (Se cree que en este vaticinio, Rasputín predijo la caída del zarismo y el advenimiento de la revolución rusa, con tres “vuelos” que probablemente representaban a los líderes políticos: Vladimir Lenin, José Stalin y Nikita Krushev).
3. “Los venenos abrazarán a la Tierra como un fogoso amante. Y las fuentes no darán más que aguas amargas, y muchas de estas aguas serán más tóxicas. El aire que hoy desciende a nuestros pulmones para llevar la vida, llevará un día la muerte. Los bosques se convertirán en un enorme cementerio, y entre los árboles secos vagarán sin rumbo hombres aturdidos y envenenados por las lluvias venenosas”. (Refiriéndose a la contaminación del medio ambiente, como lo estamos viviendo en la actualidad).
4. “Cuando los tiempos estén cercanos al precipicio, el amor del hombre hacia el hombre será una planta seca. En el desierto de aquel terreno florecerán solamente dos plantas: la planta del provecho y la planta del egoísmo. Las flores de estas plantas podrán ser, sin embargo, cambiadas por las flores de la planta del amor. Toda la humanidad, será cubierta por la indiferencia. Cuando oscurezca el triste día del homo-sapiens, no quedará más que el desierto de la nada, porque precisamente la planta del amor fraterno estará muerta desde hace tiempo. Y el amor fraterno es la Gran Medicina. Las Verdades de Dios son hechas distintas por los hombres, pero la llama es única.”
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