Konciencia: ¿Es la muerte un nuevo comienzo?




Cortesía Anders Jilden

 

Desde hace muchos años, me acompaña un robusto árbol que alegra mis mañanas. Cada vez que abro las persianas de madera de mi habitación, su imagen natural y verdoso follaje me inspiran a vivir un día más.

 

De igual manera, algunas aves en ciertas épocas del año hacen sus nidos, protegen sus crías y antes del amanecer cantan felices, celebrando la salida del sol. 

 

La vida y la muerte se reflejan a través de mi ventana al observar la transformación de este árbol, que paulatinamente cambia de hojas en su ciclo natural. 

 

A pesar de los vientos, la lluvia, el frío y la polución de nuestra capital colombiana, este nogal permanece en pie gracias a sus raíces y a la memoria celular que le devuelve la vitalidad y la fortaleza necesaria para seguir existiendo. 

 

Con su ejemplo de silencioso y paciente guerrero, el árbol me anima a soportar las vicisitudes propias del diario devenir. Sobre todo, en esta inesperada época de pandemia y de crisis mundial a todos los niveles, en donde los contagios y los fallecimientos por el COVID -19 continúan a la orden del día. 

 

Al parecer, después de casi un año de lidiar con esta difícil situación, muchas personas no han ejercitado la prudencia, la paciencia y mucho menos el auto cuidado, prefiriendo arriesgar sus vidas y la de los demás con tal de sentirse “libres” para comprar, consumir y divertirse. 

 

Por esta razón, volvimos a estar bajo estricto confinamiento como una medida urgente ante este segundo pico viral. 

 

Las ambulancias con sus agitadas sirenas pasan constantemente al lado de este testigo mudo perteneciente al reino vegetal, que hoy me inspira a reflexionar en torno a la muerte. 

 

Viene a mi mente la imagen cálida de mi querido abuelo Campo Elías, quien murió hace muchos años de un aneurisma en la aorta. Su viaje hacia otras dimensiones se presentó en forma intempestiva: un día era mi apoyo y en horas quedé solo. 

 

No estaba preparado para separarme de él y ese duro golpe, me hizo tomar conciencia de no apegarme y no tener exageradas expectativas con nada ni con nadie. No obstante, este dolor no impidió que siguiera gozando y agradeciendo mi existencia. 

 

Más adelante me di cuenta, que el espíritu de mi abuelo sigue “vivo” tanto en la belleza del árbol que contemplo todos los días como en mi interior. En realidad, nunca se fue de mi vida.  

 



Cortesía Armando Martí

 

También, con el tiempo descubrí que la energía de mi padre Armando Francisco y la de mis seres queridos que no están a mi lado, todavía me acompaña y sin duda, a pesar de que todos ellos ya trascendieron a otros planos más espirituales, cado uno permanece en mi corazón.

 

Pienso que, así como existen ondas magnéticas que no se pueden ver, pero se materializan por medio de un aparato de radio, televisión o los teléfonos inteligentes, en los mundos invisibles es nuestra mente e intención las que logran sintonizarse con esas energías sutiles y al evocarlas desde una correcta intención, hacen que nos acompañen y se manifiesten en el presente. 


Uno de los grandes miedos que habitan en el inconsciente es el de la muerte, la pérdida y el abandono, porque creemos que aquellos seres a quienes amamos o nos amaron se pueden ir de nuestro lado. 

 

Sin embargo, no significa que los vínculos dejen de existir. Todos estamos interconectados con el mundo y el universo, en constante evolución y cambio. Si entendemos esto, el miedo a la muerte irá desapareciendo. 

 

Como dijo el padre de la química moderna, Antoine Lavoisier (1743 – 1794): “la materia no se crea ni se destruye solo se transforma”

 

Ahora bien, les podría enumerar muchos conceptos importantes y profundos de grandes científicos, pensadores y buscadores de la verdad en torno al tema de la muerte, pero este insondable misterio nos invita a que cada uno de nosotros lo vaya descubriendo de acuerdo con su proceso interior.

 

Una persona que no ha experimentado la cercanía con la muerte no posee la capacidad de entenderla, ya que esta se revela por medio de la experiencia directa. 

 

El miedo a lo desconocido, el apego material y la falta de fe, patrocinan la negación de la realidad lo cual dificulta la liberación de muchas de las cárceles emocionales creadas por estas mentes desorientadas.

 

En mi caso, he sentido en varias ocasiones que la muerte ha venido a mi encuentro por algunas circunstancias ajenas a mi voluntad. 

 

En primera instancia, su misteriosa presencia me causó angustia y confusión. Pero hoy, un poco más maduro, la considero parte de mi aprendizaje transformativo, una especie de “amiga siniestra” que paradójicamente despierta en mí, el deseo de vivir alegre y agradecido con la vida material y física que temporalmente poseo. 

 

La muerte es una ilusión



Cortesía Johannes Plenio

 

Toda nuestra existencia tarde o temprano se encamina hacia el descubrimiento del misterio de la muerte. Cuando se completa y cierra el círculo de la vida, sin duda hemos atravesado varios puentes hacia la construcción de diferentes sueños y proyectos. 

 

Sin embargo, todo en la vida tiene una causa y un efecto, al igual que un precio que pagar. Por eso, con el paso del tiempo los accidentes, las enfermedades y las emociones tanto positivas como negativas, terminan agotando las fuerzas del cuerpo para liberar a nuestra alma y prolongar su existencia en otras dimensiones. 

 

La mayoría de las religiones creen que la muerte es un nuevo comienzo hacia otra vida, es decir, un renacer espiritual. Por esta razón, existen rituales sagrados con el fin de ayudar a encontrar un sentido que permita unir el nacimiento con la misma muerte, pues morir significa nacer a algo nuevo. 

 

Por ejemplo, el gran libro de la sabiduría China, el Tao Te Ching nos enseña: “nacer es llegar, morir es volver”

 

El taoísmo es un sistema filosófico oriental que tuvo su origen en China basado en las ideas del filósofo Lao Tse (siglo VI a.C), según el cual se cree que existe una fusión del ser humano con la naturaleza, viviendo armónicamente con estas leyes. 

 

La visión de la muerte que el Tao propone es sencilla, ya que es un fenómeno absolutamente normal y transformativo, el cual nos regresa a la unidad del orden natural que existía antes de habitar nuestros cuerpos presentes. 

 

Con la muerte retornamos a la esencia, liberando al cuerpo para que el alma transite por los mundos físicos y espirituales, recobrando su estado natural de unidad con el todo. 

 

Optar por el camino medio matizando con grises la existencia y renunciando al inútil perfeccionismo, impide que caigamos en desbalances psico-emocionales. 

 

En este proceso hacia conocerme a mí mismo, he podido entender que en algunas ocasiones tanto el amor como la muerte son agridulces y nuestra actitud hacia ambos escenarios debería ser más esperanzadora y menos trágica.


Esperar lo inesperado



Cortesía Aaron Burden

 

El arte de vivir en paz consiste en aceptar que todo llega y todo pasa. Lo único constante en la vida es el cambio. Como aconseja la sabiduría oriental: “desde la serenidad debemos esperar lo inesperado”.

 

Por eso, los elementos de un ciclo armónico y natural están expuestos en el taoísmo de la siguiente manera: 

 

1. Vida (unicidad): el ser humano es parte fundamental del sistema ecológico al cual aporta vida.

 

2. Fuerza interior: el sentido de la vida humana es cuidar, mantener y brindar valor a la naturaleza de la que forma parte.

 

3. Reconocimiento: todo ser viviente tiene su importancia, su espacio y su bienestar, su crecimiento o aniquilación, lo cual dice mucho del sistema en el que se encuentra.

 

4. Responsabilidad: todo ser humano tiene el deber moral de cuidar el medio ambiente en el que habita y su entorno más inmediato, haciendo lo que sea posible para mantener la variedad de vida de las especies con las que cohabita.

 

5. Aceptación: la vida y la muerte son partes fundamentales del cuidado de este proceso, para que la vida y la naturaleza continúen cumpliendo sus ciclos.

 

Vive bien para que aprendas a morir bien



Cortesía James Lee

 

Una de las peores agonías de los seres humanos es saber que vamos a partir de este mundo y no logramos saber quiénes somos ni a qué vinimos. 

 

Para dar el paso de una existencia a otra, es necesario tener claridad en la valoración de lo que hicimos en la vida, pues si conseguimos llevar una existencia plena y bien intencionada, nuestra muerte será tranquila y satisfactoria. 

 

Es saludable confrontarse de vez en cuando y preguntarse frente al espejo interior de nuestra conciencia: ¿hemos tenido la intención amorosa y amable de ayudar, apoyar, servir y compadecernos por los demás? 

 

O, por el contrario, ¿hemos hecho mucho daño con críticas destructivas, injurias, chismes, manipulaciones y engaños, motivados por una actitud personal basada en la envidia y la indiferencia ante las necesidades de otras personas?

 

Aceptar la muerte como un proceso natural, nos ayuda a observarnos a nosotros mismos y a los demás desde la orilla de la compasión, el perdón y el amor, así como también, a descubrir la verdad esencial más allá de la verdad material y superficial. 

 

Somos el espejo del otro y cuando alguien querido parte primero que nosotros, nos concientiza de la temporalidad de todas las cosas de este mundo al ubicarnos de manera humilde en la realidad de nuestras limitaciones humanas. 

 

De este modo, logramos desprogramarnos del inútil poder que le damos al ego, la ambición y el orgullo. En realidad, todos estamos haciendo “la fila” de la vida hacia la muerte y de la muerte hacia la vida, con el fin de comenzar de nuevo y seguir avanzando hacia la luz de nuestro destino.  

 

https://www.youtube.com/watch?v=vvpbLUB12Vs&feature=youtu.be

 

www.armandomarti.com

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