Cortesía Valentina Ivanova
Vivir bien es aprender a vivir en plenitud, y, sobre todo en paz consigo mismo. Descubrir que el secreto de la felicidad es interactuar con la actitud de la armonía hacia todas las cosas que nos rodean y con todas las formas de existencia.
Por eso, para vivir bien debemos aprender a habitarnos interiormente de forma amable y considerada. Recordando que, desde la orilla de una nueva conciencia personal y social, podremos convivir con las demás personas en paz.
A fin de alcanzar otros niveles de salud y bienestar emocional, es importante comenzar por discernir nuestras acciones y decisiones, al responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. Vivir bien, es potencializar de forma creativa todos los recursos personales que, a través de la inteligencia, nos ayudan a resolver y a superar los problemas cotidianos.
Partiendo de estas premisas, quiero reflexionar con ustedes lectores de la sección Konciencia de kienyke.com, algunas sencillas sugerencias para mejorar la calidad de nuestras vidas:
- Entiende que la vida tiene más realidad que fantasía. Muchas veces, los cuentos de hadas nos pueden hacer llorar, por eso, no te escondas de tus propios sentimientos, ¡Exprésalos!
- Siente el amor que es la fuerza que vence al miedo, pero no uses a las personas ni te aproveches de nadie.
- La autoestima es la base de la felicidad en pareja. Pregúntate y contesta sinceramente cómo deseas que él o ella te amen de verdad.
- Ten cuidado con los celos exagerados, la ira, la venganza, la soberbia, la envidia y todos aquellos sentimientos que en vez de sumar, restan calidad de vida.
- Explora tus talentos y poderes personales. Comparte lo que sabes y recuerda que la mejor forma de aprender es enseñando.
- No evadas ni tampoco niegues tus defectos de carácter, afróntalos y responsabilízate de tus acciones y decisiones.
- Aléjate de las influencias negativas y de aquellas personas que te induzcan a los vicios, las adicciones, la superficialidad y la vida fácil.
- Ofrece el perdón y pídele a tu Poder Superior que te ayude a sanar del resentimiento y la culpa.
- No te incomodes por las críticas, escúchalas pues casi siempre nos hacen madurar y controlar el ego enfermo.
- Aprende algo nuevo cada día y estimula la curiosidad por descubrir las cosas del mundo.
- No eres el dueño de la verdad. Por esta razón, no debes ser fanático a nada ni a nadie. Tampoco te creas un superhéroe y mucho menos entregues más de lo que tienes. La humildad sana el alma y enseña a poner límites que te benefician.
- No puedes renunciar a tus sueños ni a tu propósito de vida por dar prioridad a los sueños y propósitos de otras personas. Busca el reconocimiento y la aprobación de tu propia conciencia. En realidad a quien debes rendir cuentas de vez en cuando y desde la orilla de la sinceridad, es a tu creador.
- No eres la víctima de nadie, el sufrimiento y el dolor se deben en ocasiones a un mal invento llamado manipulación, mentiras y control.
- Nunca has estado solo (ni en tu nacimiento, ni en tu muerte lo estarás).
- Lo único seguro en la vida es el cambio. No tengas exageradas expectativas hacia los demás y tampoco a las personas que amas. Todos cometemos errores y tenemos el sagrado derecho a enmendarlos y también a caer y a volver a levantarnos
Vivir es aprender a vivir
Vivir sin expectativas exageradas, momento a momento y de manera simple produce una alegría inmensa. El desapego emocional y material invita a gozar de una estabilidad duradera. No somos perfectos, pues en medio de la imperfección se gestan las mejores oportunidades para el desarrollo espiritual.
Cuando experimentamos la libertad de ser auténticos, dejando de lado todas aquellas creencias y conocimientos limitantes, nos damos cuenta de que la felicidad es mayor que el dolor.
Ahora sabemos, que la paz no tiene precio y no vale la pena cambiar ese estado luminoso del alma, para buscar cosas superfluas como la fama, el poder y el control sobre los demás. Es liberador entregar la vida y planes al cuidado del Creador. Desde esa orilla amorosa nos convertimos en personas tranquilas, serenas y armónicas por dentro, como satisfechas y sencillas por fuera, dispuestas a servir con voluntad a los demás.
Por: Armando Martí
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